1910, el San Juan del centenario

En mayo de 1910 la República Argentina celebró su primer Centenario. Economía floreciente, inmigrantes, comercio privilegiado con el imperio británico y relaciones fluidas con el mundo cultural europeo eran los logros que desde Buenos Aires señalaban un destino de grandeza. En “el interior” había, para Isabel Gironés de Sánchez, más motivos para festejar: el mayor esfuerzo de la guerra de la Independencia –en vidas y bienes- lo habían hecho las provincias fronterizas. En este texto la historiadora pinta el San Juan del centenario, en un relato que hace foco en la política y la economía.

Mayo en la Argentina de 1910

Es posible que la “Revolución de Mayo” como hecho basal de la nacionalidad haya sido la fecha más evocada, en la corta bicentenaria historia de la Nación Argentina. Apropiada por todos los proyectos ideológicos, políticos, educativos, y si buscamos bien, económicos, sociales e intelectuales, siempre es invocada y evocada al momento de los “aniversarios”. Y dentro de este tratamiento ceremonial, los “centenarios” ocupan un lugar único. Analicemos el carácter que asumió el primero de ellos.
Cabe en este caso la definición de Hobsbawm sobre la invención de la tradición, para señalar que ésta es “un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente, y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica, automáticamente, continuidad con su pasado”.(1).

En 1910 el centenario de los hechos mayos en el Plata, abrió su escenario con la expectativa dramática de la presencia del cometa Halley. A medida que se desvanecían las posibilidades de colisión, el suceso astronómico se fue transformando en una salutación de perdurabilidad de la nueva nación, (algo así como la “estrella de Oriente” del nacimiento del cristianismo, esta aparición del cometa llegó a convertirse en un símbolo de auspicio del buen destino de Argentina).

El mes de mayo de 1910 la República Argentina celebró su primer Centenario orgullosa de sus logros: una economía floreciente, la afluencia de miles de inmigrantes, una vinculación comercial privilegiada con el imperio británico y relaciones fluidas con el mundo cultural europeo resultaban suficientes para que las élites dominantes miraran con ojos esperanzados y confiados un destino manifiesto de grandeza y realización como nación hegemónica en el Cono Sur e incluso como espacio comparable con los Estados Unidos del norte.

El gobierno argentino creyó propicio y conveniente aprovechar este aniversario para proyectar una imagen de logros “planificados y alcanzados”. El objetivo era borrar la imagen pintoresca del mundo argentino a través de las interpretaciones personalísimas de los viajeros europeos de los siglos XVIII y XIX, que transmitían en las descripciones, dibujos, pinturas, daguerretipos y fotografías, lo singular y exótico como representativo de un país
El centenario de 1910 se propuso transmitir al mundo, políticamente, una imagen de “Paz , Progreso y Prosperidad”, mostrando los adelantos y las “oportunidades” que tenía esta Argentina.

La “más europea de las naciones americanas” buscaba mostrarse como un lugar culturalmente francés, con una economía a la inglesa, que asimilaba rápidamente la tecnología alemana y norteamericana y que daba oportunidad a los españoles, italianos, portugueses y “… todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”, a buscar oportunidades de superación especialmente en el “campo” argentino o mejor dicho en las provincias y pueblos “del interior del puerto de Buenos Aires”.
Para ello prepararon la puesta en escena por más de cuatro años, entre idas y vueltas, comisiones y discusiones. Buenos Aires durante el mes de mayo desplegó su mayor encanto con ceremonias civiles, religiosas, militares, congresos, conferencias, exposiciones, presentaciones de libros, ediciones especiales de textos y documentos, banquetes, recepciones, disposiciones de creación de espacios urbanos e imposición de nombres, colocación de piedras fundacionales, inauguración de ornamentaciones y monumentos.
No podemos dejar pasar las exposiciones que se dividieron en áreas temáticas: agricultura, industria y ferrocarriles, higiene, bellas artes. Las exhibiciones se situaron en varios puntos de la ciudad tomando como eje la entonces Avenida Alvear, hoy del Libertador.

Por un tiempo se sintieron “París en América”, pero aún más cosmopolitas. En sus calles se escuchaban varios idiomas y dialectos, producto de los 511.348, inmigrantes que habían entrado en la ciudad de Buenos Aires entre 1901 y 1910.
Estas eran las luces, pero Buenos Aires también tenía sombras. El asesinato del jefe de policía Ramón Falcón por Simón Radowitzky, marcó la presencia concreta del anarquismo organizado, que junto con el socialismo y el sindicalismo revolucionarios se propusieron manifestarse para llamar la atención al mundo sobre los abusos en el trabajo obrero (salarios bajos, malas condiciones de trabajo y desprotección familiar). El gobierno debió reprimir las manifestaciones obreras. Pocos días antes de la celebración de mayo, el anarquismo declaró una huelga general. El Gobierno, por temor a que se frustrara la fiesta, reaccionó con violencia. Terminaron presos tres mil anarquistas y supuestos anarquistas e inmediatamente se ordenó el estado de sitio y se agudizaron las medidas de la ley de residencia de 1902, sancionando La Ley de Defensa Social de junio de 1910, que calló las movilizaciones y las voces de La Vanguardia y La Protesta al ser calificados en esos tiempos del centenario como un peligro para la nacionalidad.
No todo era como parecía.

Una mirada a San Juan en el primer cumplesiglos de la patria

La política: tiempos de transición

El año 1910 sorprendió a la provincia en una situación política delicada. Un período de transición conectado con el agotamiento del modelo de la “máquina electoral del régimen”, grupo que respondía al ex presidente Julio A. Roca. Y la disputa de la herencia política de la “generación del 80 ” por parte de dos grupos: el conservadorismo renovador y el radicalismo.
Sin embargo ninguno de las dos oposiciones indicadas en el párrafo anterior tenían homogeneidad.
Por una parte, en el bando conservador godoyistas y sarmientistas se enfrentaban por su adhesión o su oposición al ex presidente (segundo mandato cumplido) Julio A. Roca. Estaba expectante al resultado de ese
enfrentamiento Victorino Ortega, encuadrado en los lineamientos de la renovación conservadora, que consideraba impostergable la reforma electoral con la depuración de las prácticas del sufragio y la ampliación de la base electoral. Esta última tendencia se proyectaba, desde Cuyo al ámbito nacional, a través de dos sanjuaninos: Ángel D. Rojas y Juan E. Serú, que será la fórmula que en 1916 enfrentaría a H. Yrigoyen-P. Luna.
Por otra parte el radicalismo, como heredero del movimiento cívico del Parque, tampoco tenía uniformidad; la actitud abstencionista del sector de Yrigoyen había dividido al movimiento de Alem, que aunque ya desaparecido, había dejado su huella política en los “principistas”, elementos especialmente fuertes en el interior y entre los universitarios, que veían agotado el modelo del ochenta e intentaban el cambio desde los ideales de Alem.

Desde el 12 de mayo de 1908 gobernaba la provincia de San Juan el Coronel Carlos Sarmiento, en calidad de gobernador constitucional. Era este funcionario un personaje curioso, nacido en San Juan en 1861 de padres sanjuaninos: Jacinto Sarmiento y Paula Iribarren (sin parentesco comprobado con la rama Sarmiento – Albarracín). Se casó en primeras nupcias con Carlota Fernández Oro, hija del general Manuel Fernández Oro y de Lucida Larrosa, ambos sanjuaninos. Este personaje tiene pocos datos personales conocidos; egresado del Colegio Militar en 1880, hay noticias de algunos empleos castrenses. Fue profesor de artillería en el Colegio Militar, fundó el Regimiento de Artillería de Costas en 1885 y fue jefe del Regimiento 3. Distinguido por sus estudios de artillería, pasó a retiro en 1905 para dedicarse a la política en San Juan. Siendo Secretario Privado del Ministro de Guerra Luis María Campos, su honor se vio afectado por una denuncia por peculado de tierras con el Banco Hipotecario, que terminó en un “duelo a muerte” a pistola con consecuencias falales para su contrincante, Lucio Vicente López (autor de La Gran Aldea), hijo de Vicente Fidel López y nieto de Vicente López y Planes(2), quedando el hecho sin sanción, ni siquiera castrense, a pesar de un gran revuelo periodístico.
Carlos Sarmiento llegó al gobierno después de la revolución de 1907, que derrocó al godoyismo finalizando con la influencia del ex presidente Roca. Fue parte de una asociación conocida como la Logia Carácter. Fue electo gobernador en 1908 con el apoyo del Partido Popular, enfrentando al candidato del Partido Nacional, el Dr. Anacleto Gil. Quedaba el nuevo gobernador encerrado en un mandato sin partido que lo respaldase, con una oposición influyente localmente y apoyado solamente en sus relaciones con el presidente Figueroa Alcorta en su última etapa (en abril fue electo Roque Sáenz Peña), evidentemente sin apoyo en pleno proceso de transición.
La gobernación de Sarmiento ha merecido diferentes calificaciones que van desde “una gestión progresista y modernizadora” hasta “oscura e improvisada”. Su gestión, calificada por el sector conservador que lo había respaldado, como un personalismo con “…Exceso de materialismo y hasta ciertos tintes agnósticos, sino ateos.”(Videla), pronto ocasionó algunas deserciones en las filas del Partido Popular. Los nuevos gobernantes emprendedores y hasta temerarios, con más voluntarismo que recursos técnicos o materiales, decidieron patentizar el espíritu del centenario en San Juan.

En su esquema de pensamiento, si el progreso se medía con el avance material, habría que buscar los medios. La idea del “progreso indefinido” les permitía girar contra futuro, en consecuencia: si había crédito había que tomarlo. Con este razonamiento la provincia, aun padeciendo de déficit crónico, consiguió un empréstito internacional en París, de dos millones y medio de pesos oro (unos 5.682.000 papel moneda(3). Este fue tomado por los banqueros Mayer Hnos. y Cía., afectando como garantía, entre otras, el impuesto de un centavo sobre cada litro de vino producido en la provincia. El empréstito ocasionó no pocas críticas a la gestión del Coronel Sarmiento. Éste afectaba también al Banco San Juan, y por lo tanto la mayoría de sus usuarios lo consideraron una “aventura financiera” de un militar. Su investigación en 1911 ocupa algo asi como 20 legajos, en los que queda claro que la mayor parte sirvió para paliar la deuda flotante de la provincia y satisfacer demandas urgentes de la gestión de gobierno. No obstante permitió un respiro financiero y muchas inauguraciones de piedras fundamentales. A decir del historiador H. Videla:
“No había un programa de obras públicas, la historia de un instante volcada a un conjunto de obras sin cumplir, fueron iniciativas improvisadas, casi todas sin llevar a cabo o a medio realizar…. Se propuso dotar a la capital de un Coliseo de verano y uno de invierno, construir un palacio de tribunales, trazar un parque al oeste de la ciudad y una nueva plaza en el centro que se llamaría Domingo Faustino Sarmiento, un monumento a Aberastaín en la plaza homónima. Solo alcanzaron a realizarse un presuntuoso pórtico del palacio de justicia, con un interior poco adecuado para sus fines; el coliseo se limitó a un frontis en la calle Tucumán, los cimientos y una parte del escenario, luego adaptado para cuartel de bomberos y luego garaje oficial”(4).
Otras iniciativas estuvieron vinculadas a la fundación de villas cabeceras de los municipios de Rivadavia, Calingasta, Iglesia, Jáchal y 25 de mayo, dejando confeccionados algunos de esos planos. El parque diseñado por Bosain con el monumento a San Martin, quedó sólo en un decreto de expropiación de la finca de Nazario Benavides, en manos de sus herederos. Las otras obras enunciadas ni siquiera fueron empezadas. Por supuesto lo recibido por el empréstito francés, una vez deducidas las amortizaciones, comisiones y otras yerbas, no alcanzó para nada. Para colmo vino la primera guerra mundial, el empréstito fue transferido y los sanjuaninos tuvimos que pagar por 27 años un empréstito que no supimos negociar.

No obstante, se advertían avances en la ciudad; el Palacio Episcopal obra del Obispo Benavente, el remozamiento de la Iglesia Catedral, y el soberbio templo de San Agustín (1911) fueron los aportes de la iglesia sanjuanina para conmemorar el centenario de la patria. La Escuela Normal, el edificio del Banco Nación en construcción adelantada, y la nueva estación del ramal Serrezuela prometían un embellecimiento de la ciudad; numerosos edificios privados y comerciales habían mejorado el aspecto de las calles céntricas de la ciudad, borrando todos los vestigios del terremoto de 1894. Ya estaban emplazadas las estatuas de Sarmiento y Fray Justo en la plaza principal, así como las de Aberastain y Laprida en sus respectivas plazas. También la de Salvador M. del Carril, en el playón del ferrocarril, que aunque no eran gestión de C. Sarmiento, cambiaban el chato perfil de la ciudad dándole un toque cultural.
Sin embargo los sanjuaninos miraban hacia atrás y realizaban un balance positivo del primer centenario de la iniciación de la vida independiente y esto se notaba en la prensa local, bastante crítica al gobierno pero libre.
Políticamente, para 1910 se habían convertido en provincia autónoma. Sus hombres habían sido actores importantes en todos los acontecimientos históricos desde 1810: la Junta Grande, la preparación del Ejército de Los Andes, el Congreso de Tucumán, la Campaña libertadora a Chile y Perú, las guerras civiles y el rosismo (con participantes en ambos bandos), la organización constitucional, la guerra del Paraguay, las presidencias históricas, la predominancia roquismo. Y ahora se estaban ubicado en el nuevo orden post roquista con expectativas de nuevo liderazgo nacional.

San Juan se transforma

Este contexto político confuso y contradictorio, no pudo frenar las transformaciones del centenario. Parecía que se habían cumplido los consejos del ex Presidente Sarmiento: preparar el ambiente para desarrollar producciones con ventajas comparativas, abrir mercados sustentables, invitar a invertir capitales, traer mano de obra adecuada y romper el aislamiento geográfico por medio del ferrocarril que conduciría la producción hacia los mercados. Estos eran los lineamientos que debía perseguir la provincia si quería tener viabilidad.

Claro que esto era más sencillo declamarlo que realizarlo. Ya tenían inmigrantes, ya tenían ferrocarril, ya tenían producción agrícola y minera; pero esto no era suficiente. Ya en 1901 se vio claro que con los pilares básicos no alcanzaba para anclar las bases de un modelo vitivinícola; aun se requería apoyo para combatir el fraude y la falsificación de vinos, y para la protección de la industria contra la competencia de vinos extranjeros. Además… capitales, para financiar las obras de ampliación de red de riego y las vías de comunicación interdepartamentales e interprovinciales. Capitales para tecnificar la producción agrícola y minera. Capitales para la radicación de nuevos varietales vinícolas, el perfeccionamiento enológico y la diversificación del uso de la uva; capitales para separar lo empresarial de lo privado, capitales para financiar cadenas de distribución de los productos. Todo esto podía solucionarse por el acceso y uso del crédito, y la actividad financiera se convierte en una interesante alternativa de negocios.

No obstante, al igual que en lo político, los habitantes de la provincia se manifestaban satisfechos de sus logros económicos, habían definido el perfil productivo del valle de Tulum.

Conservaban la economía de los cereales y ganadería de engorde para traslado de los valles de Jáchal, Iglesia, Calingasta y Valle Fértil, vinculada al mercado minero de Chile, que se había reactivado después de los Pactos de Mayo.

La minería no les había dado los resultados esperados pero el ciclo no estaba cerrado, siempre con expectativas de nuevas inversiones
La dirigencia había sabido compatibilizar los intereses con la política local, uniendo la acción privada a la función pública, para lograr la inserción económica de la provincia dentro de un esquema agro ganadero de la Pampa Húmeda, a quien le interesa sólo su inserción en el contexto internacional como país productor de alimentos, adscripto a la órbita de la segunda revolución industrial.

El modelo vitivinícola: la producción y la expansión horizontal

En San Juan y Mendoza, como en muchas partes de América, la vitivinicultura acompañó a la llegada del europeo ligada a las quintas de las iglesias y los conventos, por la necesidad ritual de “vino de uva pura” para la eucaristía.
Las condiciones edafológicas, clima, suelo y las habilidades de los primeros pobladores provocaron la multiplicación de las vides, y el excedente de este bien cultural escaso, se convirtió en bien de cambio primero y bien comercial después, hecho que permitió a estos grupos humanos sobrevivir y perdurar en lugares de pocos recursos naturales. Es entonces que cuando hubo que buscar una actividad para producir en gran escala, recurrieron a lo que sabían hacer. Luego vendrían los éxitos y los fracasos. Más lo cierto fue que la vitivinicultura, no competitiva con la producción pampeana, encontró su lugar en comunidades que ya tenían tradición en producción.

Completaría el círculo virtuoso del nuevo ciclo vitivinícola del último tercio del siglo XIX, la “demanda” a causa de la inmigración masiva, que requería satisfacer en cantidad las necesidades de una población mayoritariamente mediterránea, acostumbrada al consumo y la cultura del vino. La inmigración para este modelo cuyano de economía regional, no sólo aportaba fuerza de trabajo y nuevas tecnologías de cultivo e industrialización, sino también en mayor medida un potencial mercado de consumo que año a año se iba ampliando por crecimiento vegetativo o inmigratorio.

Este nicho económico encontrado por varias provincias, pero especialmente por San Juan y Mendoza, requería de al menos tres cosas: capital, mano de obra especializada e infraestructura, pero garantizaba rendimiento y seguridad en la inversión, ya que tenía de algún modo “contención del poder político” (todos los cuyanos reconocen en sus coterráneos, ya sean gobernantes provinciales o nacionales, actitudes proactivas a favor de la vitivinicultura; la mayoría procuró medidas para favorecer su desarrollo, para solucionar en la medida de lo posible sus problemas).
De acuerdo a nuestros cálculos, para 1910 la vitivinicultura estaba aún en etapa de expansión horizontal pues faltaba habilitar las grandes obras de la margen izquierda de los actuales departamentos de Angaco, 25 de Mayo, Caucete y Sarmiento.

Para el centenario la propagación del cultivo vitivinícola no alcanzaba aún a un 20% de la superficie de su máxima expansión, a pesar de que ya hacía 25 años que el ferrocarril había llegado a la provincia. Indudablemente que algo más ocurría. Efectivamente el ferrocarril (ya en manos de los capitales ingleses) daba prioridad a la ganancia sobre el servicio y, para decirlo breve, si enteraba su carga en Mendoza dejaba para otro viaje la derivada de San Juan, aún cuando tenía recargo por los 180 Km más. El monopolio del transporte de cargas no obligaba al Ferrocarril Buenos Aires al Pacifico a tener en cuenta los intereses competitivos intrarregionales.

Los sanjuaninos no se daban fácilmente por vencidos y gracias a su empuje e insistencia se logró la concreción de la construcción de un ramal que uniera San Juan con Serrezuela, conectando a la provincia con los mercados del centro y norte del país a través del Ferrocarril Argentino Norte. El ramal operó a partir de 1910, contando además con su propia estación de pasajeros y carga. El ramal Serrezuela dio un pequeño respiro a la producción sanjuanina, que se reflejó en un pico de implantación de cultivos en 1914 (tres a cuatro años después de liberar el ramal al tránsito). Esta ventaja duró poco tiempo ya que los mercados de Córdoba(5) y Tucumán también eran plazas atractivas para Mendoza, que luego de asegurar el Ferrocarril Trasandino (1910) y prometer un ramal San Juan- Uspallata, logró un ramal que empalmaba con el ramal a Serrezuela y compitió, años más tarde, con los sanjuaninos en esas plazas.
Para 1910 ya habían comenzado a construirse los Ferrocarriles Industriales. Bajo dirección del Ing. Wilkinson, se estaban trabajando tres circuitos auxiliares con derivación de carga dentro de los establecimientos industriales.

La celebración del mayo sanjuanino

Tal como otros años, desde 1813 en que la Asamblea reglamentara la celebración de las “fiestas mayas”, pueblo y gobierno se prepararon para la celebración del centenario, dejando de lado por unos días las pujas políticas y las diferencias de opinión, para exteriorizar su alegría por la continuidad del proceso de la independencia y la organización nacional, orgullosamente invicto desde el 25 de mayo de 1810, única revolución americana sin haber sido nunca reconquistada por España. Había motivos para festejar estos cien años, más en el interior que de Buenos Aires, ya que el mayor esfuerzo en (vidas y bienes) de la guerra de la Independencia la habían sufrido las provincias que habían sido fronteras de guerra, tales como el norte y aún Cuyo.
Las manifestaciones y discursos de las circunstancias pusieron énfasis en ese pasado heroico, victorioso frente al régimen colonial español, que los unía, relegando a un segundo plano las luchas civiles de los caudillos y las diferencias regionales o nacionales que habían puesto al límite la unidad nacional en el pasado y que aún no estaban completamente resueltas.

El 25 de mayo de 1910 bajo el gobierno del coronel Carlos Sarmiento se celebró como una réplica local de los festejos de la Capital de país. Las acciones oficiales se iniciaron con una serie de efectos de estruendo; saludaron a la patria salvas de fogueo de cañones, disparadas desde el cuartel del regimiento de Marquesado. Todo ello acompañado por el repique de campanas de las iglesias Catedral, Santo Domingo, San Agustín, La Merced y las iglesias parroquiales, seguidas de estridentes pitazos de las máquinas de ferrocarril estacionadas en San Juan y las sirenas de fábricas y bodegas. Luego venía el solemne Tedeum. Según la tradición oral el sermón lo dio el Dr. Juan Videla Cuello (doctorado en la Universidad Gregoriana del Vaticano), quien con palabras enérgicas y reflexivas se refirió a la fecha, siendo aplaudido por los asistentes.

Luego vendrían los saludos protocolares, la fiesta popular y los juegos de calle: palo, carreras, sortijas, juegos infantiles. La Casa de Gobierno lució remozada, se organizó el baile de gala en el nuevo edificio del Club Social, donde la flor y nata de la sociedad sanjuanina portaba y repartía cintas patrias, mientras el pueblo desbordaba las calles y la plaza mayor esperando el gran acontecimiento: la iluminación “como de día” del centro cívico, inaugurando el alumbrado público eléctrico, para luego iniciar la retreta de la banda de música de la Policía.

Los festejos siguieron durante todo el año, la inquietud política también. En medio de estos festejos se convocaba a elecciones nacionales y provinciales. En la nación, el 12 de octubre asumía Roque Sáenz Peña con las banderas de la pureza del sufragio y la ampliación de la base democrática.

Pese a las críticas y los remezones políticos el Coronel Sarmiento cumplió su ciclo, cerrando dignamente el primer siglo de la patria e iniciando los festejos del centenario del natalicio de Sarmiento. En San Juan, se cumpliría una vez más el apotegma: “la revolución devora a sus protagonistas”. El Coronel Carlos Sarmiento, hombre sin partido propio, terminó su período constitucional siendo reemplazado en mayo de 1911 por Victorino Ortega, negándosele la posibilidad del Senado.

Las fotografías que ilustran este artículo pertenecen al libro "El San Juan que usted no conoció", de Juan Carlos Bataller.

(*) Profesora en Historia, Especialista en Historia Argentina y Americana y Magister en Historia. Es docente en la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes de la UNSJ e investigadora en el Instituto de Historia Argentina y Regional “Héctor D. Arias”. Ha sido vicedecana y decana de esa facultad y ministra de Educación de la provincia. Ha integrado, codirigido y dirigido proyectos de investigación, es Evaluador de Comisión Regional de Categorización. Es coautora y autora de artículos y libros sobre historia local y regional.

Referencias
 [1] Eric Hobsbawm; Terence Ranger, La invención de la tradición, Crítica, Barcelona, 2002
[2]. Mas datos en .’Vindicación, el Coronel Carlos D. Sarmiento y el Dr. Lucio V. López, ex-interventor Buenos Aires’. Bs. As imp. Europea 1895. . MAYOCHI,  E.M.  Sangre en el antiguo Hipódromo, y  Fundación Bataller
[3] Equivalentes a  por lo menos 8 presupuestos provinciales.
[4] VIDELA, H. Historia de San Juan, T. VI
[5] El ramal Serrezuela bajaba la distancia  de recorrido San Juan Córdoba de  913 km. a 582 nada menos que 331 km (AC 259)



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GALERIA MULTIMEDIA
San Juan en los años del primer centenario. Así se veía nuestra ciudad.
El Parque de Mayo en 1912. Dos años pasaron para que el espacio expropiado para el centenario se viera de esta manera.
El Coronel Carlos Sarmiento, gobernador de San Juan en los tiempos del Centenario.
Teléfonos, luz eléctrica y automóviles eran los adelantos de los que habían empezado a gozar los sanjuaninos cuando llegó el primer centenario de la patria.
Una vista poco conocida de la Plaza 25 de Mayo a comienzos del siglo XX. La imagen está tomada desde los altos de la Casa de Gobierno.Este fue el centro de los festejos del Centenario.
Una vista general de la Bodega “El Parque”, ubicada en Desamparados. Este establecimiento, que inició sus actividades precisamente en 1918, año de esta fotografía, era una de las más modernas de la provincia. El dueño originario de la empresa fue don Manuel Gutiérrez y en aquellos años, su hijo Manuel Arturo Gutiérrez estaba al frente. La bodega tenía una capacidad de 20 mil cascos
El Coronel Carlos Sarmiento (al centro), junto a sus más cercanos colaboradores. La foto fue tomada en 1909 en la Casa de Gobierno.
Para los tiempos del centenario, hacía 25 años que había llegado el ferrocarril. Sin embargo el impacto no fue inmediato. Muchas veces el transporte completaba su carga en Mendoza y no llegaba a San Juan.
El frontis del Teatro Coliseo, sobre calle Tucumán. La obra no fue continuada.
El frontis del Teatro Coliseo, sobre calle Tucumán. La obra no fue continuada.
La vitivinicultura, no competitiva con la producción pampeana, encontró su lugar en comunidades que ya tenían tradición en producción.