Los enigmáticos momentos previos a la desaparición y muerte de Ariel Tapia
El crimen, impune, ni siquiera tiene una hipótesis de por qué mataron al niño de 12 años. “Mi única esperanza es que cuando me reencuentre con Ariel me cuente qué le pasó y quién fue”, cuenta Alejandra Silva, la madre.
"Es una espina que tengo clavada”, se le escuchó decir varias veces al juez Benito Ortiz, demostrando así la impotencia que siente al no haber podido resolver el crimen de Ariel Tapia, el niño que el 1 de diciembre de 2012 salió de su casa en la Villa Angelita, Santa Lucía, y cinco días después fue encontrado muerto adentro de una heladera abandonada en un baldío a sólo 60 metros de los fondos de su casa. Hoy, tres años después la madre reveló aquellos momentos enigmáticos que rodearon el momento previo de uno de los crímenes impunes que más conmueve a los sanjuaninos.
"Sé que nunca voy a saber la verdad. Mi única esperanza es que el día que muera me reencuentre con él y me cuente qué le pasó y quién fue”, dice, llorando, Alejandra Silva, la madre del niño que el 3 de diciembre último hubiera cumplido 15 años.
De que fue un crimen no hay dudas. Los peritajes determinaron que Ariel Tapia recibió un fuerte golpe en el mentón que le hizo quedar inconsciente; que murió por asfixia adentro de la heladera abandonada; que la fecha de muerte fue el 2 de diciembre de 2012, cuatro días después de que la policía halló su cadáver adentro de la heladera abandonada.
Nunca se supo quién le dio aquel golpe en el mentón, ni si esa misma persona fue quien llevó al niño hasta la heladera abandonada; ni si hizo eso porque lo creyó muerto e intentó deshacerse del cadáver, tal vez sin saber que Ariel aún estaba con vida, muriendo luego por asfixia.
O si fue una mente macabra que lo noqueó y lo metió en la heladera para que no lo delatara, tal vez porque Ariel vio algo que a esa persona comprometía seriamente, en su ámbito estrictamente personal o social.
En ese contexto, sumado una impunidad que la Justicia sanjuanina no logró romper, es que tres años después toma relevancia –al menos social- aquellos momentos previos al crimen.
Tras hablar del caso con Canal 13 San Juan, en el que demostró el profundo dolor que le produjo el crimen de su hijo, Alejandra Silva contó cosas de entrecasa que llenan de incertidumbre.
Ese 1 de diciembre de 2012 Ariel era el menor de tres hermanos varones. Ese 1 de diciembre de 2012 quedó al cuidado de su hermano mayor, Ezequiel. También estaba en la casa Nahuel, el hermano del medio. A las 20.30 Ariel dijo que salía a jugar con sus amigos. Y nunca más se lo vio con vida.
"Nahuel era el más pegado a él y nunca se perdonó no haber salido juntos esa noche a jugar. La siquiatra me dice que Nahuel siempre está buscando un motivo para que le pase algo a él por no haber salido con Ariel, como lo hacía siempre”, revela Alejandra Silva.
Si bien Ariel salió a las 20.30, recién dos horas después sus hermanos empezaron a notar su ausencia.
"Ariel era el que llevaba las cuentas de los gastos de la casa. Era muy cuidadoso con el dinero. Era el que siempre guardaba todo el vuelto, por eso él siempre era quien hacía las compras. Yo les había dejado unas hamburguesas para que Ezequiel (el mayor) las friera. Como no quedaba aceite, salieron a buscar a Ariel para que fuera a comprar. Y ahí se dieron cuenta que no estaba y nadie lo había visto”, cuenta Alejandra Silva.
La madre nunca dejaba a sus hijos solos. Ella trabaja en un hotel por horas y esa noche había ido a la cancha de San Martín a ver el grupo Sabroso porque su madre le había regalado una entrada a ella y a su hermana porque había sido su cumpleaños.
"Mi ex pareja (Franco Sifuentes) llegó como a las 10.30 de la noche. Ya estaban buscando a Ariel. Al principio creyeron que se podía haber ido a la casa de su abuela. Me llamaron por teléfono al recital para saber si yo le había dado permiso. Cuando les dije que no, se preocuparon más”, contó Alejandra Silva.
Pasada la medianoche, cuando regresó a su casa, Alejandra Silva fue a la comisaría 29 y no le quisieron tomar la denuncia: "Me dijeron que ya iba aparecer, que tenía que pasar una cierta cantidad de horas para que me recibieran la denuncia; no quisieron llamar a los hospitales para ver si estaba accidentado, porque decían que si eso pasaba les llamaban para informarles; cada vez que me veían llegar, sonriendo, como burlándose, me decían <viene a decirnos que apreció>. La policía nunca colaboró. Al otro día hicimos fotocopias de una foto y salimos a repartirla. El único que me ayudó fue el intendente Orrego; él le pidió a los bomberos voluntarios que me ayudaran a buscar en una bodega atrás de mi casa, porque yo creía que se podía haber caído a alguna pileta”.
Esa bodega, en la que también hay un secadero de pasas, tenía cámaras de seguridad apuntando, entre otros puntos, hacia el descampado en el que estaba la heladera abandonada en la que apareció Ariel. Sin embargo, nunca aparecieron las imágenes de esas cámaras de seguridad.
Pero tal vez el punto más extraño es que ningún vecino vio a Ariel por la calle. Raro: era una noche calurosa en la que normalmente el vecindario sale a tomar fresco.
Además, a poca distancia de la casa de Ariel había un cumpleaños de 15, por lo que había movimiento de gente en la calle.
"Como puede ser que nadie lo haya visto en la calle o en algún lugar, que nadie haya visto nada. Es imposible”, dice una y otra vez Alejandra Silva.
Aquí entra a tallar la falta de reacción de la policía para desmarañar el crimen: ¿salió Ariel de su casa? ¿Cómo lo llevaron hasta la heladera abandonada? Algo que parece sencillo de resolver no tiene respuesta por una sencilla razón: la falta de preservación de la escena del crimen por parte de la policía.
Fuente: Tiempo de San Juan |