Tiene 71 años. Arrancó en el diario Tribuna y trabajó en El Nuevo Diario y Diario de Cuyo. Hizo coberturas para el diario chileno La Tercera, la revista El gráfico y la editorial Abril. Juan Carlos Bataller lo entrevistó para el ciclo "Qué hiciste con tu vida" en noviembre de 2017.
—Te llamas José España pero todos lo conocen por “Pepe” o “Ñato”. Ñato no sé por qué, ¿de dónde vino?
— Debe ser algo visual.
—¿Tu papá se llamaba José también?
— No, David. Mi padre era brasileño, nacido en la selva del Mato Grosso, que ahora es Brasilia. Estuvieron cinco años viviendo ahí. Ellos venían de España y se vinieron a Argentina porque tenían unos parientes. Y nunca más se quisieron ir.
—¿Y tu mamá de dónde era?
— De la Punta de Mendoza, pero más tirando para San Juan. Mis bisabuelos por parte de madre eran franceses y mis bisabuelos de mi padre, los conocí a los dos, eran españoles. Gente de mucho trabajo y poco hablar.
—¿Y tu padre como era?
— Él tenía que trabajar las 24 horas… Era un hombre de mucho trabajo.
—¿Tu relación con él fue difícil?
— Pasa que en ese tiempo había que trabajar. Nosotros teníamos un negocio y al mismo tiempo teníamos que estudiar. Tuve una buena relación con mi padre, pero de mucho trabajo.
—¿Y algún coscacho por ahí?
— Y más o menos, tuve alguna corrección más visual. Cuando mi padre me retaba ni hacía falta que hablará, con los gestos lo entendía (risas).
—¿Y tu mamá como era?
— Mi mamá era un sol, muy bonita, de una familia que incluso tiene algunas tierras.
—¿En qué barrio te criaste?
— Yo me crie en la Villa Ferroviaria, zona norte, atrás del cementerio. Ahora es un lugar céntrico, incluso yo venía caminando al colegio en la primaria.
—¿Cómo fue la niñez de “Pepe” España?
— Fue muy linda porque el barrio donde vivía era único, jugábamos en grupo y estudiábamos. Después, festejábamos los carnavales, que ya no se ven. Recuerdo que quien pasaba entre las dos y las cinco, no quedaba seco.
—¿Qué recordás de aquellos años?
—Me quedó en la memoria el club, que se llamaba Bochín Club Provenir. Todos los años al mejor compañero se le regalaba una medalla de oro. Hasta tenía comisión de damas. Era un club muy respetado. Los 21 de septiembre era el cumpleaños del club y toda la mañana el barrio se cerraba, se hacían carreras, el juego del palo enjabonado y competencias de todo tipo.
—¿Tenés hermanos?
— Si, David que es el que me sigue, además de Gloria y Azucena que viven en Buenos Aires.
—Recuerdo que cuando iba a la secundaria se hablaba de un “Ñato” España que era corredor, atleta.
— Creí que me lo iba a llevar a la tumba a eso (risa). Tengo la suerte de haber ganado cinco campeonatos intercolegiales. También fui al Cuyano donde en el Liceo General de Espejo batí el récord de la región y hasta hoy tengo el récord en menores nacionales con 10,9. En la Universidad de La Plata salí tercero y en Córdoba, en un campeonato intercolegial nacional, recuerdo que a la semifinal la gané mirando porque no quería hacer mucha fuerza, faltando un paso me pegó el tirón y no pude largar la final.
— En esa época San Juan tenía atletas importantes: vos, el “Negro” Agüero, que era rapidísimo también…
— Esa época era increíble, había cuatro clubes de atletismo. Yo tenía 18 años y no sabía bailar, por ejemplo, porque me dedicaba al atletismo.
— ¿Dónde cursaste la secundaria?
— Tuve la gran suerte de hacerla en la Escuela Boero. Cuando yo entré había 683 alumnos, en la actualidad hay 2.000. En la escuela nace la pasión por el deporte, comencé a competir y un día fuimos a clasificar. Me acuerdo que en la final en el colegio, había un compañero que media como un metro ochenta y le gané (risas).
—Yo recuerdo esos intercolegiales. A un partido de fútbol o básquet asistían 500 estudiantes...
— La final en atletismo llenaba el estadio, incluso concurrían los padres.
—Recuerdo el estadio, donde Lampasona controlaba y cuidaba todo…
— Mí querido Lampasona… Siempre me invitó a jugar al rugby, pero yo tenía miedo que me quebraran.
— No tenías físico de jugador de rugby
— No, era por la velocidad. A dos hijos míos, Ever y Federico, los llevé a la universidad a entrenar. Luego mis hijos con unos amigos de 5 años y los otros de 7 años se fueron a la universidad a inscribirse y se enteró mi mujer que no quería que jugaran por miedo a que se quebraran. El más grande, Ever, ha jugado en la selección de rugby.
El amor
—Antes de entrar a la parte profesional ¿A qué edad conociste a tu primera novia?
— Siempre tuve muchas amigas por mi trabajo. Recuerdo una anécdota. Un día, estaba en mi casa con mi mamá en la cocina, justo miraba por la ventana y venia pasando una rubia. Le dije a mi mami ¿le gusta esa chica? Ella respondió “muy bonita” y mi mamá me empujó para que concretara algo.
—¿Era Mabel?
—Sí, Mabel. La conocí por una amiga que vivía en el barrio, cuando hacían los eventos de los tés. Un día fui y estaban todos bailando. Eran las siete de la tarde. Fuimos a la cocina con amigos y había dos chicas. Tomamos el té y le dije: “bailemos”. Y a las ocho menos cinco le dije: “señorita, perdone pero me tengo que ir a trabajar...”.
Una vida detrás de...
—¿Todo formal?
— Por supuesto y después conocí a los padres.
—¿Y dónde trabajabas en ese momento?
— En Tribuna
—¿Con Manolo Jordán?
— Con Manolo, el gran reportero gráfico. Las anécdotas que hay de Manolo son increíbles. Recuerdo llegar tarde a tomar las fotos de un auto accidentado y volver a volcarlo, tomar la foto y ponerlo nuevamente sobre sus ruedas (risas).
—¡Qué distinto a los periodistas de hoy!
—Ese es el verdadero reportero gráfico. No hay otra forma porque el reportero gráfico te tiene que dar lo que pasó. Recuerdo que una vez casi se muere Marisa Gil. Habíamos ido a cubrir un robo en la calle Laprida en una casa muy grande. De pronto, un tipo salió con todos los elementos entre la ropa. Vino la policía, lo agarra y lo meten al auto justo cuando yo estaba llegando.
—¿Y qué hiciste?
—Le pedí al jefe: “bájalo, hace dos pasitos más y después lo metes en el auto”. Y así lo hizo. Total, lo mismo se lo iba a llevar.
— ¿Existe ese periodismo todavía? ¿Las nuevas camadas tienen esa pasión?
— No, pero no por ellos. Ha cambiado mucho el sistema de dirección de prensa y a veces se limitan porque se cuidan mucho. La diferencia que noto es que cuando nosotros entramos al medio siempre había un maestro que llevaba 30 años en el periodismo y cuando te perdías una nota, te lo hacían sentir de mil formas. El chico que egresa de una universidad tiene muchos conocimientos teóricos pero no tiene la suficiente experiencia.
—Cambiaron los tiempos…
—Yo me acuerdo que preparé muchos alumnos para exámenes. Muchos no sabían mover los elementos en el laboratorio o ir a sacar una foto.
—Vos pasaste muchos años atrás de una cámara y de todo tipo de cámaras.
— Cámaras de fotografía, de filmación, de súper 8. Te cuento que en el año 75 hice una película, “La noche del vampiro”, duraba 15 minutos. Estaba editada en cámara. Yo hacía una toma y la segunda iba pegada, no se repetía. Estuvimos seis meses para hacer 15 minutos.
—¿En cuántos medios trabajaste?
—Tengo un récord: nunca pedí trabajo. El primer trabajo fue en Tribuna y un conocido, Lorenzo, me dijo “andá, está todo arreglado, yo hablé por vos, hacé una práctica y después vamos a tomar un café”. Fui con mi equipo y Manolo Jordàn me dijo: “vaya a la calle y hágame cinco fotos distintas”. Salí y cuando regresé al trabajo, Manolo me ordenó que revelara. Lo hice y logré el trabajo.
—Era importante hacer laboratorio en esa época. Se trabajaba con película y no se podían tomar muchas fotos…
— Es así. Recuerdo una noche que tenía que sacar fútbol. Jugaban Boca y Sportivo. Tenía que hacer medio tiempo en la cancha de Boca y el otro tiempo me iba al Luna Park a sacar la pelea Corradi —Echegaray, el sanjuanino. En ese momento capturé el gol de Sportivo que al final perdió 2 a 1. Salvada la noche…
—Un poco de suerte…
—A los fotógrafos nos llamaban “pájaro de mal agüero”, porque nos poníamos siempre atrás del arco donde había goles. Y ahí se hizo el gol esa noche.
—Una de tus pasiones ha sido viajar ¿A cuántos países has viajado?
— Yo conocí 26 países. La mitad de los viajes los hice trabajando y la otra mitad, con mi mujer.
—Además de los medios donde trabajabas todos los días, fuiste corresponsal de muchos otros que te pedían fotos.
— Tuve la gran suerte de ser corresponsal de “El Grafico” para el campeonato mundial de hockey del 78. Incluso rompí un poquito la tela para que entre el lente. Después hice muchos trabajos en Nueva York.
—¿Por qué será que la generación nuestra, cuando habla del mundial, recuerda el 78?
— No hay otra.
—¿Es cierto que tu padre fue el que te metió en la fotografía?
— Sí, fue mi padre, pero sin querer. Se hizo el primer Sudamericano de novicios, en el que participaron Bonavena y Cuello y en la esquina de calle Mitre y España había un hotel. Ahí paraban los brasileños, así que mi papá –que nació en Brasil— se quería sacar con ellos y me pidió que le tomara la foto. Y ahí empezó la historia.
—El periodismo te permitió no sólo viajar, sino conocer y hacer amigos ¿qué pasa cuando uno empieza ya la retirada?
— Antes de contarte eso, tengo que darte una perlita que me pasó con un trabajo, una foto que saqué en Francia. En la ciudad, no había visto ningún linyera y había un hombre de traje durmiendo en el césped. Pensé que ésa era la foto. Estoy sacando la foto y pasó un auto al lado mío, frenó y observé que era el actor Jean Paul Belmondo.
—¿Y?
—Le dije: “please, the photo”. Tenía la cámara de filmar y lo filmé hasta que ellos se fueron al café. A la semana regresé a Argentina ¿Qué pasa? Le da un ataque cerebral al Belmondo, entonces ahí viene lo que vos decís, Juan Carlos, la rapidez de un reportero gráfico. Llamé por teléfono a un diario en el que yo estaba trabajando y me dijo el director: “venite ya con lo que tengas”. El director de ese diario transformó la noticia de Belmondo y el ataque cerebral que tuvo. Y yo no tenía más datos. Cuando veo el diario habían salido dos páginas. Ese periodista eras vos, Juan Carlos Bataller. Eso para mí es un periodista.
—Como fotógrafo has cubierto muchas notas importantes y también notas sociales…
— Lo social es de mucho respeto. Hay que tener cuidado, donde va uno tiene que tener un permiso de la gente. Yo no puedo entrar a una casa porque soy “el del diario tal”. Hay que elegir buenas fotos, no ser agresivo con la gente, ser muy respetuoso…
— Un hecho que apasionó a San Juan fue el secuestro de la señora de Barceló. Tuviste un papel protagónico ahí.
— Fíjate que eso le puede pasar a un reportero una vez en un millón. Yo salgo del canal y en la Policía, un oficial me decía que la mujer podía estar en un barrio de Rivadavia. Sabía que no era así y por suerte conocía el barrio (NdelaR: Solares, en Capital), llego y estaba ya cercado, no pasaba nadie. Viene una chica de TN de Mendoza y la dejan pasar, así que yo hice una maniobra para despistar al policía e ingresar. Cuando llegué al portón de la casa, me preguntaron si salía en vivo con la cobertura. Obvio que dije que sí, pasé directo a la casa.
—¿Y…?
—El jefe de Policía me dijo: “vos no entrás acá”. El problema es que había un arreglo con otro medio. De repente, vi a (Leopoldo) Rago Gallo, juez federal, mi amigo. Me dejó pasar. Llegué hasta la habitación y me encontré con la mujer que estaba en el piso. Un gordito estaba con un revólver en el estómago de la mujer y el otro, con un revólver en la nuca. Los ladrones estaban mirando la tele de la cocina y alguien se había llevado la antenita, se cortó la trasmisión.
—¿Qué hiciste?
—Le dije a los secuestradores: “no te hagas problema, yo sigo grabando” Uno de ellos me preguntó: “¿Me has filmado?” y le respondí que sí. No sé de dónde saqué coraje pero le dije “¿Te vas a entregar?”. Increíble, me respondió que sí. Es una en un millón, lo que pasó con esta cobertura.
—¿Alguna vez fuiste amenazado?
— Si
—La familia también corre los mismos riesgos que el profesional
— En mi familia me decían que por qué lo había hecho. Lo que me interesaba a mí era la nota, la primicia.
—¿En los tiempos de los militares también tuviste amenazas?
— Si, estuve muy mal. Me acuerdo incluso el día en que dos personas que trabajaban en Tribuna, salieron en el taller y nunca más se vieron. Un día salió un comunicado a las siete de la mañana diciendo que no se permitía filmar, ni sacar fotos en lugares donde que estaba Gendarmería. Yo no sabía de ese reglamento. Estaba por sacar una foto y me pusieron contra la pared, con una bayoneta en la espalda.
—El tema de esta serie de entrevistas es “Qué hiciste con tu vida”, ¿has tenido una buena vida?
— Te diría que nací en velocidad, porque fui sietemesino, vine con dos meses de adelanto a este mundo. Y bueno, todo ha sido en velocidad. Del colegio pasé a la universidad a estudiar Ingeniería Electromecánica y después a correr, a estar en los medios de difusión. Este es un oficio en el que hay que andar a mil porque el que anda a diez no dura un día. Yo he gozado mucho, además tuve la gran suerte porque hay que decirlo con mayúsculas, con la mujer con la que me casé, tuve hijos y nietos. Eso es tener mucha suerte.
—Y has pasado por situaciones familiares difíciles
— Pasamos con mi familia algo que no le deseo a nadie en el mundo, perder a un hijo. Tuve la mala suerte que me mataran a mi hijo Dieguito en Mar del Plata. Pero sinceramente parece que la familia recobró mayor fuerza después de esta tragedia. Vino mi hija Tania, ya estaban Verónica, Luciana, Ever y Federico. Y por suerte ellos al final de la universidad me han traído el título.
—¿A qué se dedican?
—Verónica es licenciada en Comercio Internacional; Luciana es médica pediatra; al “Negro” lo tengo en el cielo; Tania es kinesióloga; Ever es doctor en Ciencias Económicas y Federico es odontólogo y tiene su consultorio.
— Y son jugadores de rugby también...
— Los dos.
—Una buena vida
— Yo creo que sí, porque he hecho lo que me ha gustado. Y vuelvo a repetir, en este oficio si no tenes una mujer que entienda bien tu trabajo, a la semana estás divorciado.
—Tenemos un oficio que es una forma de vida
— Es que vos salís a la siete de mañana y podés estar todo el día trabajando. Me preguntaban “cómo no vas a almorzar con tu mujer”. Debe hacer 15—20 años que no almuerzo con mi mujer. Varias veces he salido a las dos de la tarde del canal y ocurría un incendio y tenía que ir.
—¿Te gusta ver cine?
— Hemos tenido el Cine Teatro España en el medio del barrio. Mi padre tenía un cine. Yo soy operador de cine.
— ¿Y alguna película te marcó?
— “El trueno entre las hojas”, con Isabel Sarli. Mi padre me mandó a la casa porque yo tenía 16 años, no podía ver la película. Y después, “La Novia”, con Antonio Prieto.
—El cierre siempre es una canción. ¿Cuál es tu canción?
—Me gusta el tango, “Cambalache” y después los cantantes de la época nuestra, Leo Dan, Palito Ortega.
— ¿Tenés una canción definida?
— No
—Digamos que te puede representar “Cambalache”…
— Terrible, desde que empieza hasta que termina.
El perfil psicografológico Por: Elizabeth Martínez Grafoanalist Persona detallista y reflexiva. La presión de la escritura sobre la hoja es fuerte, lo cual es un marcador de abundante energía vital. Se trata de una escritura clara con predominio del movimiento, lo cual revela un tipo de organización mental eficiente caracterizada por una persona que reflexiona antes de actuar. A su vez se detecta que tiende a priorizar la velocidad (el acabado rápido de sus obras), por sobre la perfección de las mismas. Esto último requeriría una mayor inversión de tiempo que él no considera apropiado. |
Cómo lo vi... |