Autor: Antonio de la Torre
a Ofelia Zúccoli
La vega,
estaqueada en la negra
égida de los cerros culminados de nieve,
estira la antigua cicatriz de su río
que le divide el vientre.
Las yuntas y la voz del gañán.
La tarde tenue
sobre las sierras como un chal bermejo.
Las manadas de ovejas ovillando inocencia
por el sobresaltado camino pedregoso,
tras la nube de polvo que el Zonda desenvuelve.
La acequia,
y los álamos ahondando la soledad celeste,
y los sauces volcados a la gleba
y los pájaros pardos picando el occidente.
Los pámpanos velludos y la espiga soleada,
el algarrobo estoico
vestido con su trágica pobreza de rebelde.
El chañar florecido,
con su calandria urente
enarbolando el eco
de su dolor.
La ramada de chilca sobre el lagar, en donde
los racimos desangran,
mordidos por la fiebre del eufórico mosto
que triza en las canecas sus burbujas ardientes.
La lágrima de Ansilta rodando en la mejilla
severa del declive.
Tendidos alfalfares sobre el repecho. Breves
campos de manzanares
y tréboles silvestres,
junto a la ingenua gravedad de una capilla
ataviada de nieve.
Una casita blanca junto a la loma y un
camino tortuoso donde mi amor te lleve.
Fuente: http://www.antoniodelatorre.com.ar