El sacerdote Justo Santa María de Oro y Albarracín, emparentado con Domingo Faustino Sarmiento y defensor a ultranza del republicanismo, nació en San Juan el 3 de setiembre de 1772.
Uno de sus hermanos fue José Antonio de Oro, administrador de la Real Hacienda de San Juan; mientras que el otro, el presbítero José de Oro, cruzó los Andes con José de San Martín y fue capellán del Ejército Libertador. Hijo de Juan Miguel de Oro Bustamante y Cossio y de Elena Albarracín Ladrón de Guevara, Justo ingresó a los 17 años en la Orden de los Dominicos radicada en Chile.
Estudió en la Universidad de San Felipe Neri, la más antigua del país transandino, egresando como doctor en sagrada teología y cánones a los 20 años. En 1794 fue ordenado sacerdote. En 1809 emprendió un viaje a Roma, donde obtuvo un Breve que determinaba la anexión a Buenos Aires de los conventos de Cuyo, que en ese momento dependían de Chile.
Estaba en España cuando se produjo la Revolución de Mayo, a la que adhirió rápidamente.
Durante más de veinte años desarrolló una importante labor pastoral allende los Andes, como la fundación de colegios eclesiásticos, hasta que las desavenencias con las autoridades chilenas, especialmente con José Miguel Carrera, lo obligaron a regresar a su provincia en 1814.
Allí colaboró con José de San Martín en la formación y equipamiento del Ejército de los Andes.
En 1816 fue electo, junto con Francisco Laprida, diputado por San Juan al Congreso reunido en Tucumán.
En este ámbito insistió en la necesidad de declarar la Independencia. La historiografía liberal lo presenta como un férreo defensor de la forma republicana de gobierno, por su tesis en torno al origen del poder y por sus frases “hay que consultar a los pueblos” y “se dará batalla a favor de la soberanía del pueblo”.
Oro proclamaba en el recinto:
“Por lo que toca a las aspiraciones de mi representación,
nada más incompatible con su felicidad, que el
sistema monárquico incásico, u otro, así es que, oponiéndome
a ello, creo seguir la opinión y la voluntad de mi
pueblo, de lo que V.S. podrá cerciorarse si la consulta.”
(Aliaga Sarmiento: 1936, 59)
Bartolomé Mitre lo consideraba el paradigma de la Iglesia liberal, contraponiéndolo a otras figuras del clero que mantuvieron su lealtad hacia España. En las sesiones, Oro propuso que se declarase a Santa Rosa de Lima como patrona de América y protectora de la Independencia Nacional. Renunció al órgano legislativo cuando, al año siguiente, el cuerpo se trasladó a Buenos Aires.
Deportado a Chile en 1818, se convirtió en el superior de su Orden. En 1825 fue acusado de conspirar a favor de Bernardo de O’Higgins y en contra del nuevo comandante en jefe del ejército Ramón Freire.
Estuvo prisionero tres años en la isla de Juan Fernández, hasta que las gestiones argentinas le posibilitaron su retorno al Obispado de Cuyo. El 15 de diciembre de 1828 fue proclamado obispo de Tanmuco in partibus infidelium y, siete días después, el Papa León XII lo nombró Vicario Apostólico de Cuyo. En San Juan construyó la Catedral, mejoró las escuelas religiosas y fundó un centro educativo exclusivo para mujeres. En 1834 se convirtió en el primer obispo de la recientemente creada Diócesis de Cuyo.
Retirado de la vida política por sus reticencias a involucrarse en las luchas civiles entre unitarios y federales, falleció en San Juan el 19 de octubre de 1836.
Fuente:
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN
Archivos y colecciones de procedencia privada
Comisiones especiales y de homenajes
PROGRAMA DE DESCRIPCIÓN NORMALIZADA
Sección Documentación Donada y Adquirida (Sala VII)
Volumen 3. Tomo II
Este fondo fue adquirido por la Comisión de Recuperación del Patrimonio Histórico Nacional a comienzos de la década de 1960.
Ver artículos:
-- Próceres sanjuaninos: Fray Justo Santa María de Oro
-- Ver lámina gigante sobre San Juan en el Congreso de Tucumán de 1816