El siguiente artículo fue publicado en El Nuevo Diario, edición 594 del 19 de febrero de 1993, cuya introducción expresaba: Hace 36 años San Juan estampó su nombre por primera vez como Campeón Argentino de Fútbol. Obtuvo la Copa “Adrián Beccar Varela”; derrotando a Mendoza por 3 a 0, en cancha de Velez Sarsfield. Fue un ramillete de deportistas que ganó por ser humilde, tuvo responsabilidad, coraje y romanticismo por el fútbol. Aunque faltan muy pocos de esa epopeya futbolística, los recordarán con una misa comunitaria en la Catedral Metropolitana. El Nuevo Diario rinde su homenaje a los pioneros de la gloria futbolera.
Dónde están –que no los veo- aquellos sublimes y carnales devotos del fútbol bien jugado?
Símbolos de un gajo de la historia en la que el romanticismo futbolero, unido a la así llamada “bohemia” convertían la cotidianeidad en una fascinante historia de ficción (la aventura). Ellos borraban los límites entre imaginación y realidad, entre lo permitido y lo vedado, entre placer y dolor.
Para ellos –jóvenes novios transgresores o esposos infieles-, el amor por el fútbol no era como para los demás.
Afiebrados de intensidad, vivieron el vértigo de su pasión con un ingrediente adicional: la idea de alcanzar un campeonato y el irresistible aroma de la gloria futbolera. Acaban de cumplirse 36 años de la primera gran gloria futbolística que tuvo San Juan: Campeones Argentinos 1956, el 22 de febrero, en cancha de Vélez Sársfield, en Villa Luro, Buenos Aires.
Un grupo de deportistas, encabezados por el doctor Venustio Carelli; Julio Modesto Videla; Alejandro Suárez, el doctor José Salmuni; Modesto Videla Suárez; el preparador físico Adelmo Alé; el utilero Tomás Lampazona; el masajista, Leoncio Wattren y el director técnico Emilio “Pitinga” Cuello, y los jugadores sanjuaninos, viajaron con la humilde misión de hacer un buen papel.
Incluso, en la final, Mendoza, nuestros hermanos lo tomaron como un aperitivo. Y así les fue. Todo el país habló de esa victoria aplastante por 3 a 0, con dos goles de Carlos Suero y uno de Benito “Callo” Aballay.
Fue una lección de grandeza, humildad, decoro, responsabilidad y pureza futbolística.
Todos pusieron coraje, cuyo significado es clarísimo: “Impetuosa decisión y esfuerzo del ánimo; valor”.
Esto fue, concretamente, lo que observaron los futbolistas sanjuaninos en su simplísima o complicadísima, función de hombres. En esas seis letras conjugaron un gigantesco e inmenso contenido y que, al fin, sintiéndolo, respetándolo y ejerciéndolo, fueron conducidos a salvar una virtud permanentemente acosada: la del decoro.
Coraje, ese impulso íntegro que sirve hasta para vencer a la adversidad tiene, también, una definición más gráfica, menos académica, representada en el idioma universal de los gestos, con un ademán tan expresivo que, en un paradójico lenguaje sin palabras, se entiende en todos los países del mundo.
Todos, o casi todos, fueron conscientes de que así como el éxito viene, así también se va.
Estuvieron preparados para triunfos como para derrotas. La suerte no los buscó, ellos la buscaron con trabajo y sacrificio.
Fueron cerebros del equipo Arturo Bustelo, José Rufino Angulo, Oscar Leal, Carlos Suero y Fernando “Lucho” Vargas. Dos arquerazos: Mallea y Lissi. ¡Igual que ahora!,
Las ilusiones partieron hacia Mar del Plata, el 12 de febrero de 1956. Allí estaba la subsede del campeonato; el que se le negó a San Juan. en 1931, cuando con la valla invicta y en la final perdió uno a cero en Rufino, ante Buenos Aires: Fueron
subcampeones.
El arranque fue con Jujuy a quien se le ganó por 3 a2 y luego a Mar del Plata, el equipo local, que ganaba en la primera etapa por 2 a 1, con una soberbia actuación de José Lissi, quien atajó casi todo.
San Juan estaba para ser goleado en la primera etapa. Sin embargo, Lissi; con sus espectaculares atajadas, mantuvo la esperanza en pie. En el entretiempo, “Pitinga” Cuello hizo aflorar el orgullo cuyano. Y San Juan dio vuelta el resultado ganando por 3 a 2. Allí se sacó pasaje para la Capital Federal, para jugar el cuadrangular final con Entre Ríos, Mendoza y Córdoba. Y en la “bombonera” boquense fue la primera prueba de fuego: ¡Imagínese, jugando en cancha de Boca Juniors, escenario de tantas. Historias futboleras!
Los nervios conspiraron contra los “cabecitas, negras” sanjuaninos. No se jugó bien, pero se capeó el temporal alcanzando una igualdad de un gol con Paraná, Entre Ríos.
El gol sanjuanino fue anotado por Franklin Riveros, una verdadera aplanadora futbolística. Mientras tanto, Mendoza le ganaba a Córdoba y aparecía como el candidato a quedarse con la Copa “Adrián Beccar Varela”.
El fortín de Villa Luro fue el escenario de la consagración. A. los mendocinos les bastaba el empate para coronarse.
Sin: embargo, San Juan ofreció una demostración sorprendente y a la hora de definir, Carlos Suero conquistó un gol de antología. Una paloma y cabezazo. Fue el tiempo de los cinco delanteros: Antuña, Vargas, Riveros (luego Aballay), Suero y Lucero. La defensa la integraron Mallea, Ricardo Molina, Bustelo, Pérez y Velázquez; en el medio José Rufino Angulo se las arreglaba con la colaboración de Vargas y Suero o Lucero.