Ventura Donper. Un apellido de origen catalán, sinónimo de prestigio inmobiliario en San Juan

Emilio Ventura Xivixeill era anarquista y esa opción política no era de las mejores en la España de Alfonso XIII y Primo de Rivera. Por esa razón, este joven catalán tiene que huir para que no lo maten. Es así como se esconde en un barco. Allí permanece hasta que dos días después, ya en alta mar, lo descubre la tripulación.

El joven anarquista se entera que el barco va rumbo a la Argentina. Pronto, con su locuacidad, se gana la simpatía del capitán del barco que lo pone a trabajar como peón de cocina. 
Cuando la embarcación llega a la Argentina, el capitán le hace un gran favor a Emilio Ventura Xivixeill: le da papeles de emigrante, lo que le posibilita la entrada al país.
Es así como Emilio Ventura Xivixeill se radica en la Argentina. En Barcelona quedan su esposa, Carmen Rafaela Donper, y sus dos hijos mayores, Anita y Darwin.
Emilio se radica en Junín, provincia de Buenos Aires, y allí trabaja como peón de herrero. Dos años tardó en reunir dinero para traer a su familia.
Consiguió luego trabajo en el Ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico, empresa que lo traslada a Mendoza. En esta provincia nació su tercera hija, Carmen.
Emilio no olvida sus principios anarquistas y pronto se suma a las luchas sindicales, hasta que en 1919 la empresa lo echa y debe huir nuevamente, esta vez a Chile. Junto a otro compañero que luego se radicaría en San Juan, de apellido Falante, escapan caminando al país vecino.

A todo esto, Carmen trabajaba en Mendoza como encargada de un conventillo. 
Allí, en una habitación de ese conventillo en la que vivía la familia, el 8 de mayo de 1920 nace Emilio Ventura Donper, el menor de los cuatro hijos de Emilio Ventura Xivixeill y Carmen Donper.
Cuando el padre pudo regresar al país lo hizo y consiguió empleo en los Ferrocarriles del Estado, en Caucete, que explotaba la línea San Juan Serrezuela. Allí tuvo un accidente  mientras trabajaba debajo de un vagón por lo que fue traído al hospital de San Juan y ya se radicó en nuestra ciudad, jubilándose en el Ferrocarril.

Emilio Ventura Xivixeill murió en 1949 y pudo ver crecer a su familia en Argentina, a través de sus cuatro hijos y la descendencia de éstos:
» Ana Manuela Ventura Donper (1902- 1997) se casó con Simón Resinowsky,  perteneciente a una familia radicada en Mendoza. Este matrimonio vivió en los primeros años en San Juan, luego en Tucumán y finalmente asentaron su negocio de mueblería en Mendoza. Tuvieron tres hijos: Alberto, Darwin y Ana Resinowsky Ventura.

» Darwin Ventura Donper (1905- 1978), nacido en España igual que su hermana mayor, se casó con Nieves Moreno. Los primeros años del matrimonio vivieron en San Juan y luego se radicaron en Mendoza en donde  instalaron un taller de costura y tejido. No tuvieron hijos.


Fueron los dos hermanos menores, nacidos en Argentina, los que formaron sus familias en San Juan.

» Carmen Ventura Donper (1912-1998) se casó con Alejandro Gómez Ramírez. De este matrimonio nacieron seis hijos: Carlos, María Esther, Alejandro, Roberto, Nélida y Marina Gómez Ventura. Carlos Ventura Gómez falleció; María Esther se casó con Hugo Toledo y tuvieron dos hijos: Hugo, casado con Graciela Fábrega y padres de tres hijos; y Marcelo, padre de una hija. Alejandro Ventura Gómez se casó con Memi Aguilar y son padres de cuatro hijos; Roberto se casó con Martha García y son padres de dos hijos. Por su parte, Marina (fallecida), se casó con Eduardo Quattropani y tuvieron un hijo, Eduardo.

» Emilio Ventura Donper comenzó, en los años ´40, cuando tenía 20 años, a trabajar con don Rogelio Pérez Olivera, que para entonces ya era un procurador judicial importante. En 1943 Emilio Ventura Donper se casó con Edith Parietti, con quien tuvo dos hijos, Ana Estela, abogada y funcionaria judicial, y Emilio Alfredo, contador, presidente de la Bolsa de Comercio y director de Radio Sarmiento. 

En 1946 la Corte de Justicia de la provincia habilita a Emilio Ventura Donper como martillero público y después como escribano. En 1948 nace la empresa inmobiliaria que haría historia en San Juan. Llevaría el nombre de los dos socios y pronto sería una de las más importantes del medio: Pérez Olivera - Ventura Donper. Hasta el año 1960 se mantendría la sociedad y luego de la disolución, ambos continuaron en el rubro inmobiliario.
Muchas cosas hizo Emilio Ventura Donper a lo largo de su vida. Fue piloto civil, director del diario Tribuna y dos veces director del Banco San Juan. Importantes instituciones de San Juan como El Club Amancay, la cooperativa Agrovid y la Bolsa de Comercio lo cuentan entre sus fundadores. Junto a su esposa, Edith, se destacó por sus obras benéficas a través del Club de Leones y Casa Cuna.
Emilio era un visionario del San Juan del futuro: ideó y promovió barrios, calles, mercados y comercializó los locales y departamentos de la Galería Estornell y de edificios en calle Mitre y Gral Acha.
Emilio Ventura Donper falleció el 28 de enero de 2010. Su hija Estela Ventura tiene una hija, Vanesa Yornet Ventura, casada con Germán Trentacoste, padres de Agostina, Emilia y Federica.
Emilio Alfredo Ventura, casado con Beatriz Pérez Olivera, tiene cuatro hijos: Alejandrina, Damián, Olivia y Tania. La mayor, casada con Jaime Rodriguez, tiene tres hijas: Milagros, Josefina y Lara; Damián, casado con Florencia Puigrós es padre de Pilar; y Olivia, casada con Eduardo Carazo, son padres de Jazmín.


Emilio Ventura Donper, el testigo mayor de nuestra ciudad
Entrevista realizada por Juan Carlos Bataller Plana
(Publicado en El Nuevo Diario – Viernes 23 de mayo de 2008)

Emilio Ventura Donper ha sido un testigo calificado del progreso de la ciudad de San Juan. Cuando obtuvo su licencia como martillero fundó, en sociedad con Rogelio Pérez Olivera, una inmobiliaria que marcó rumbos hasta los años 60. En esa década Ventura Donper formó su propia empresa y su nombre está asociado a importantes proyectos.
A los 88 años, aún al frente de su inmobiliaria -en la entrada por Santa Fe de la Galería Estornell, complejo edilicio que él vendiera hace más de cuatro décadas- fue entrevistado por Juan Carlos Bataller Plana para El Nuevo Diario. Su dilatada actuación pública y privada, sumada a su claridad conceptual y una memoria privilegiada, lo convierten en un referente obligado para los sanjuaninos que quieran saber más de esta ciudad.

-Hablar de San Juan en materia inmobiliaria es dividir la historia en dos épocas bien diferentes: antes y después del terremoto… 
-Sin duda. San Juan es obra de los sanjuaninos. De los que no tuvieron miedo a quedarse, enfrentaron la situación y dejaron de lado todo lo negativo que existía y se lanzaron a la aventura de construir una ciudad nueva.

-¿Y qué era San Juan antes del terremoto?
-Una aldea. Una ciudad de adobes y viento zonda, sin árboles, chata, llena de tierra. Un lugar donde todo pasaba por las pasiones políticas y por el precio de la uva y el vino que se discutía en una confitería céntrica que se llamaba la Cosechera…

-¿La Cosechera?
-Sí, era un local que estaba ubicado frente a la Plaza 25 de Mayo, en calle Rivadavia, donde después estuvo el Banco Agrario más o menos. Allí se reunían los viñateros chicos para jugar al dominó o al truco y se hablaba de la uva, del vino, de los bodegueros…

-¿Y allí se decidía el precio?
-No, ¡qué se iba a decidir! Se hablaba si debía valer 20 o 21 centavos el kilo… Después venían los comisionistas –Fretes, que tenía una bodega en Libertador y Pueyrredón, era uno muy fuerte- y ofrecían lo que decidían pagar las bodegas. Los que decidían no eran los pequeños viñateros. Eran bodegueros fuertes de San Juan y Mendoza y hombres de peso en el sistema comercializador, como el ingeniero Bustelo Barcia.

-¿Existían inmobiliarias antes del terremoto?
-No existían inmobiliarias como las que hoy existen porque no existía el sistema. Eso vino después, cuando se hacen muchas casas, surgen los barrios, el ciudadano medio tiene acceso a la vivienda propia… Lo que existían eran algunos martilleros que se dedicaban a loteos fundamentalmente…

-Pero alguien compraría y alguien vendería…
-Las pocas operaciones se hacían a través de gerentes de bancos y escribanos, algunos muy importantes como don Agustín Gómez o don Rogelio Oro. Eran tiempos en que todos se conocían y pronto se sabía si alguien quería vender o comprar. No era necesario recurrir a la inmobiliaria. 

-Eran otros tiempos…
-Sí, se hacían muchas operaciones de palabra. Yo hice operaciones donde el comprador y el vendedor se conocieron en el momento de firmar. La gente confiaba más y todos se conocían. En la medida que hubo más gente se perdió la calidad de la oferta.

-Un hombre común… ¿podía tener casa propia?
-San Juan era pobre. Se ganaba poco. En general, el empleado, el obrero, el peón, nunca llegaba a tener su casa porque tampoco tenía acceso al crédito ni existía un Estado que hiciera viviendas. Se pasaba la vida alquilando.

-Y quiénes tenían las casas?
-Había familias que fueron construyendo. Pero le cuento algo: las casas no se hacían con el concurso de arquitectos o ingenieros. Casi todas eran de adobe con techos de cañas unidas por tientos y barro sobre tirantes de álamo. Sobre ese techo se colocaba barro. Y cuando llovía y el agua se filtraba, se echaba más tierra con lo que los techos llegaban a tener 50, 60 o 70 centímetros de tierra. Esa fue la trampa que mató tanta gente para el terremoto. Al rajarse las paredes de adobe, cayeron esos techos sobre la gente.

-Eran casas muy altas…
-Sí eran más altas que las actuales, con piso de baldosas y paredes que en lugar de pintarse se blanqueaban con cal. Generalmente tenían tres, cuatro o cinco habitaciones, con un excusado en el fondo que daba directamente sobre un pozo negro. Yo he vivido en casas así, alquilando un par de habitaciones y compartiendo el baño. A esto es a lo que podía aspirar un empleado…

-La vida pasaba por la casa…
-Sí, estaba la sala más grande, lo que luego del terremoto se llamó el living, donde se colgaban esos cuadros ovalados con fotos de parientes que habían muerto hacía diez o veinte años y donde se festejaba alguna boda o se velaban los muertos…

-También se hacían los cumpleaños de los niños en lugar de hacerlo en locales especiales como ahora…
-No te equivoques. Había pobreza. Pocos eran los cumpleaños que se festejaban. Yo he venido a festejar mi cumpleaños ya de grande, cuando trabajaba….

-Había gente que tenía casas para alquilar…
-Sí, había familias que tenían muchas propiedades –casas y locales-, como los Rufrano, los Del Bono, los Echegaray…

-Ni hablar de servicios…
-Y… no había gas, no había cloacas, teléfono uno por cuadra, en la casa de algún médico, en el almacén o en el corralón. Era una ciudad donde el calor en verano era tremendo, lo mismo que el frío en invierno. Además estaba la tierra que cubría todo con el zonda…

-Había muchos baldíos, esa sería la causa…
-Pero la mayor cantidad de tierra salía de los techos. Yo recuerdo aquellos zonda de mi niñez donde todo era tierra…

-¿Cómo se hacían los contratos de alquiler?
-En general no se hacían. Si el inquilino no pagaba, se le sacaban los muebles a la calle.

-¿Los alquileres de locales comerciales eran caros?
-No, el centro no era importante. Lo difícil era montar un negocio. Cuando el comerciante progresaba, soñaba con comprar el local. A veces se pasaba la vida antes de lograrlo.

-Una ciudad sin árboles, sin autos, sin lavacoches, sin guarderías…
-Fijate que en aquellos tiempos habría una familia por cuadra que tenía auto. Ahora hay dos autos por departamento…

-No habría tampoco playas de estacionamiento ni lavacoches…
-Por cierto que no. Yo recuerdo  que hasta los años 60 estacionaba en un baldío frente a la oficina y ni siquiera ponía llave a la puerta.

-¿Y dónde estaba el mayor movimiento de la ciudad?
-La calle de mayor movimiento era la Mitre, que unía la estación con la plaza 25. Alrededor de la estación había mucha vida. Piringundines, restaurantes, confiterías, el mercado de Flores, prostíbulos…

-En aquellos años las chacras eran muy importantes. Entre los loteos que se hicieron en las primeras décadas del siglo pasado uno fue el de Médano de Oro…
-Sí, el Médano era una zona de gringos, en su mayoría valencianos, muy trabajadores. Ellos producían casi toda la hortaliza que se consumía en San Juan. Y se juntaban dos o tres y a las 5 de la mañana se venían con una carretela a vender los productos en la feria. Esos gringos tuvieron mucho mérito pues la mayoría de ellos hizo estudiar a sus hijos y los hizo profesionales. Además, algunos invirtieron en otros rubros, como por ejemplo adquiriendo ómnibus que incorporaban a líneas existentes. Así se fue haciendo en la ciudad un sistema de transportes que llegó a ser importante.

-¿Cómo fue cambiando la urbanización de la ciudad?
- San Juan, antes del terremoto, era una ciudad pequeña. Muchos de los barrios hoy existentes eran fincas, como el Barrio Del Bono, el Residencial, gran parte de Santa Lucía. Fijate que donde está la Terminal era una finca de Isidro López. Yo hice el Barrio Mitre, en lo que eran terrenos de la bodega Holgorio. En pleno centro, en la manzana comprendida por Córdoba, General Paz, Aberastain y Caseros estaba la bodega Las Etelvina, de Del Bono y Beretta que luego loteó Ventura Larrínaga y donde hermosas casas que allí se han construido conservan como sótanos los que fueron piletas de la bodega.

-Nombró el barrio Del Bono. ¿Cómo nace?
-Era una zona de fincas. Yo viví allí cuando las calles aún eran de tierra y la avenida Central se llamaba Cereceto. Donde hoy está Ausonia era la casa de don Bartolomé, al lado de la fábrica de aceite. Él hizo lotes de mil metros cuadrados (20 por 50 metros) y luego los propietarios presentaron proyectos al Banco Hipotecario. Por eso cada casa es distinta, aunque se trate de un barrio.

-¿Alguien construía para alquilar?
-Un edificio importante fue el Del Bono, que sobrevivió al terremoto. Fue construido por don Bartolomé en los años 31 y 32 en la equina de Rivadavia y Mendoza, en un terreno donde anteriormente paraban los circos o funcionaba una calesita. Fue el primer edificio privado para alquiler de locales comerciales y oficinas. En los años 70 se lo fraccionó por el sistema de propiedad horizontal y se lo vendió. Yo intervine en esas operaciones.

-También intervino en el primer supermercado, en la calle General Acha.
-Sí, ese supermercado, lo mismo que la galería Estornell fueron obras de Estornell y yo actué como agente inmobiliario. En la galería vendimos departamentos y locales con préstamos del Banco Hipotecario a cuatro años con el 6 por ciento de interés. Lo que son las cosas, la inflación hizo que el franqueo con el que se enviaba una comunicación a los propietarios llegó a valer más que la cuota.

-Una última pregunta… Tras más de medio siglo como martillero y agente inmobiliario… ¿hubo veces que se equivocvó, que creyó que la ciudad crecería hacia un lado y luego lo hizo hacia otro o algo por el estilo…?
-Todos nos equivocamos con la vitivinicultura. El sueño de todo sanjuanino era tener una propiedad de diez hectáreas que le dieran 30 mil kilos por hectárea. Con eso uno podía mantener una familia, hacer estudiar a los hijos, hacer algún viaje a España… Muchos profesionales compraban fincas porque era la forma de tener una jubilación cuando se retiraban. 

-Las cosas no salieron bien…
-Salieron al revés. Los profesionales tenían que poner parte de sus ingresos para mantener la finca y los hijos de aquellos agricultores que pudieron estudiar y progresar terminaron dedicándose a otra cosa…

   
     
   

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1938: Emilio Ventura Donper durante su Servicio Militar
ventura donper