Esta nota fue preparada por la fallecida historiadora para la Fundación Bataller y fue publicada en La Pericana, edición 96 del 23 de febrero de 2018 y que integró la edición 1805 de El Nuevo Diario
La llegada del ferrocarril en 1885, y la inauguración de su
magnífico edificio de estación de pasajeros localizado en la periferia de la
ciudad de las calles anchas, marcó un hito de progreso para el San Juan
decimonónico. El espacio de la terminal del Ferrocarril Buenos Aires al
Pacífico, luego General San Martín y hoy Centro Cultural de la Municipalidad de
Capital, fue significativo para la vida urbana desde su instalación no solo por
su función específica sino, como veremos, por su función política.
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La “estación”, adquirió desde sus inicios una significación social importante
para la vida de los sanjuaninos, nunca superada por el Ferrocarril Central
Norte (ex Belgrano). La ciudadanía se sentía orgullosa de su magnífico edificio de dos plantas “la más lujosa del interior
del país”, como la calificaban en la época de su inauguración, era el punto de
contacto con Buenos Aires, con lo cual la provincia había roto el aislamiento
de circulación de cargas y pasajeros con los grandes centros de consumo y
aprovisionamiento. Pero también era el más importante “termómetro político” de
los líderes en la época. A través del acompañamiento o recepción de los mismos
se marcaba el grado de caudal partidario y político de los personajes que iban
o venían desde la Capital de la República.
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La década del treinta marcó el esplendor de esta práctica política, las
recepciones y los acompañamientos a los líderes y las personalidades que
visitaban la provincia, eran preparadas con premeditación y casi alevosamente.
Las disputas entre cantonismo o anticantonismo, se medían por el número de
asistentes a la recepción de los líderes, generando verdaderas polémicas en los
órganos periodísticos partidarios sobre el número de personas que habían
recibido al funcionario de turno en el playón de la estación.
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También la estación era el indicador más evidente de la orientación
política de los numerosos interventores nacionales que actuaron en la época. La
presencia de elementos y líderes de las facciones más importantes (maurinismo,
graffignismo o cantonismo), eran el índice delator de quienes serían los apoyos
o las fuerzas que avalaban a los funcionarios nacionales, o de quienes habían
influido en la voluntad presidencial para la designación. Las crónicas
periodísticas dan testimonio de estas adhesiones.
“A su regreso de la metrópoli se le
dispensó al líder del Partido Demócrata Nacional, Ing. Santiago Graffigna, una
recepción cordial, abundante en expresiones de cálido entusiasmo, como sabe
hacerlo el pueblo cuando su sentir entrañable se dirige hacia su conductor y
más autorizado interprete de las aspiraciones colectivas...
Hombres y mujeres, sin distinción de clases sociales, acudieron a los andenes
del F.C. Pacífico, sin responder a ninguna cita previa o deliberada, pero
obedeciendo al llamado cívico de la propia conciencia ciudadana...
Una densa y compacta masa llenó desbordantemente la estación del F.C.
Pacífico... Se destacaba en esa concurrencia movida por un poderoso resorte
proselitista y militante, la presencia de la mujer, en número excepcional,
considerado la circunstancia de que acudió por su propia iniciativa a un acto
que se produjo sin organización estudiada ni pretensión de hacer “una
demostración de fuerza”. Pero sin quererlo fue eso: una elocuente demostración
de fuerzas, calificadas y genuinas, de positivos valores, muy distintos a los
que poseen las fuerzas de “acarreo”, con que los oficialismos se rodean de
multitudes ficticias, que no van a ninguna parte y son llevadas a todas durante
los periodos de descomposición política.
La evaluación de esta crónica nos ilustra de una puja electoral notable entre
las tendencias del Partido Demócrata Nacional en vísperas de elecciones
provinciales que los enfrentaba y el rol fundamental del voto femenino para
obtener resultados electorales
El diario opositor “La Acción”
realizó su réplica al día siguiente, demostrando una organización pormenorizada
de la recepción del líder opositor, y desestimando el número de concurrentes
por la presencia de muchos niños “y excesivos parientes y bodegueros”.
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No siempre las recepciones resultaban tan armónicas. Aunque la frecuencia de
trenes permitía planear el regreso más de una vez se producían incidentes entre
manifestantes que culminaban con intervención de las fuerzas policiales. Así
ocurrió en noviembre de 1938. Intervenida la gobernación de Maurín, ya vimos,
que el conservadorismo de la provincia se dividió agresivamente; la situación
no pudo ser controlada por el interventor Fliess siendo reemplazado por el
Doctor Nicanor Costa Méndez. El 10 de octubre de 1938, a las 21 horas, una
multitud esperaba al nuevo interventor: las huestes del depuesto “situacionismo
maurinista”, y las huestes del “graffignismo” protagonistas principales de la
intervención a la provincia.
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Los contrincantes rivalizaban en demostraciones vivando a sus líderes, Juan Maurín por un lado y Santiago Graffigna por otro, la situación escapó de las manos y se produjeron riñas entre los participantes debiendo intervenir la policía.
La prensa cantonista, no dejó de resaltar en sus editoriales las
contradicciones de las facciones “demócratas”, justificando por una parte al
graffignismo por la necesidad de reafirmación de su líder “carente de bases populares”; y criticando al maurinismo por
su contradicción:
“Y aquí viene lo risueño y alegre de esta recepción que los “reorganizados” han
tributado al doctor Costa Méndez. Se necesita hacer un esfuerzo de imaginación
para encontrarle atadura a esa recepción con la circunstancia de serle
tributada a un funcionario que llegaba a San Juan a ponerse al frente de la
organización que depuso a sus organizadores con un “zarpazo federal”. El
público no alcanzaba a penetrar en el significado de esa dualidad... porque no
es fácil conciliar el hecho material de haber sido desalojados del poder por un
decreto presidencial, /... / con la inexplicable alegría y el extraño regocijo
de que de súbito dan muestra las victimas de aquel decreto./... / Cosas de
tierras calientes, podrían argüirse. O cosas de San Juan, que es la provincia
argentina donde ocurren los sucesos más extravagantes.
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En el párrafo de la crónica podemos advertir
claramente el uso del playón del ferrocarril para medir fuerzas políticas
opositoras, con sorna y buen humor se aprovechó la oportunidad para marcar la
división del futuro contrincante político y la confusión de sus huestes, que
sobre la base de la experiencia vivida, no garantizarían un futuro tranquilo
para la provincia.
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En toda la época estudiada el tren jugó un rol fundamental para los acuerdos
políticos, si quisiéramos hacer un seguimiento en las crónicas de viajeros que
aparecen en los periódicos, no nos sorprendería encontrar una permanencia: cada
vez que un funcionario provincial o nacional viajaba desde Buenos Aires o hacia
este destino, siempre lo hacía acompañado “casualmente” por algún líder local
de primera o de segunda línea. En esa convivencia de quince o dieciséis horas
de trayecto, las reuniones “eventuales”, sellaban acuerdos o entablaban
compromisos, se acordaban designaciones y hasta votaciones de los
representantes en el congreso nacional. Era tan frecuente este trato que muchas
veces se viajaba simplemente para el encuentro fortuito y tal vez para impedir
el encuentro programado con un adversario.
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El telégrafo y el teléfono anticipaban los vaivenes de la “misión” y la
recepción numerosa o la indiferencia eran el reflejo de sus resultados.
Así vemos un ejemplo en la edición de los periódicos locales del 19 de
noviembre de 1938, en que regresaba a la provincia el interventor Costa Méndez
en el mismo tren que el diputado nacional Antonio Zunino (“maurinista”) y el
presidente de la democracia local ingeniero Santiago Graffigna. Las crónicas
nos indican claramente que esa conjunción no tuvo nada de casual, el tema
central del encuentro fue sin lugar a dudas el empadronamiento femenino en
vistas a la normalización institucional de las autoridades constitucionales de
la provincia.
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Los “reorganizados” o maurinistas, mejor preparados para la movilización popular hicieron sentir su fuerza en el andén del ferrocarril provocando el insidioso comentario del órgano graffignista: “El “espontáneo” acto de la estación tuvo en ciertos momentos aspectos de apoteosis. Los muchachos a quienes Planilla (Zunino) les debe su diploma de diputado cumplieron a las mil maravillas las instrucciones que se les habían impartido. Gritaban como unos condenados. Entre esos gritos se destacaban los vivas a la fórmula Young - Cambas que originaron toda suerte de comentarios jocosos entre las personas que con algún sentido común habían concurrido a la estación. Al terminar el acto algunas personas notaron la desaparición de sus carteras y relojes”
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La estación también era escenario de otras
manifestaciones sociales. Durante la década del treinta la radiodifusión
comenzaba su época de oro, dos emisoras en la provincia hacían llegar sus ondas
al seno de cada familia, las cadenas con radios nacionales acercaban los
artistas al oyente popularizando figuras desde Buenos Aires hacia todos los
ámbitos geográficos del país, este hecho hizo surgir en la población nuevos
“ídolos del éter”.
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A principios de la década del treinta el contacto
“los artistas” tenía connotaciones sociales casi podríamos decir “pecaminosas”
o reservadas a las “bajas esferas”, limitándose al aplauso respetuoso a la
salida de las “broadcastings”. La difusión masiva de la radio y las nuevas
tecnologías cinematográficas cambiaron fundamentalmente la percepción de la
imagen de los “artistas” convirtiéndolos en parte de la vida cotidiana.
Coleccionar de fotografías y autógrafos se convirtió en una práctica juvenil
frecuente, ya no alcanzaban las salas de las emisoras para buscar el preciado
autógrafo y desde mediados de la década del treinta, la estación fue el espacio
propicio para mostrar la admiración a su llegada o partida, comenzando a
consolidar otra práctica social, especialmente entre la juventud: la recepción
y despedida de las “estrellas” y las “embajadas artísticas”, cada vez más
frecuentes, que congregaban en el andén cientos de admiradores manifestando su
entusiasmo y procurando un acercamiento con sus “ídolos” en búsqueda del
preciado autógrafo.
Esta práctica dio un nuevo significante al espacio del Ferrocarril Pacífico,
sobre todo a partir de 1936 en adelante en que estas manifestaciones, ya sin
distinción de clases, se convertían en un ritual habitual en la vida
provincial.
El árbol vip
Como es sabido, el doctor Jorge Ruiz Aguilar, vicegobernador electo en
1983 y gobernador a partir de 1985, tras la renuncia del doctor Leopoldo Bravo,
tenía fobia de viajar en avión. Los viajes a Buenos Aires los hacía en tren,
que salía de la estación a las 2
de la tarde.
Cuando Bravo era
gobernador, este le decía:
-Andá al aeropuerto y
charlamos un rato en la Sala Vip, antes que salga el avión.
Al asumir Ruiz
Aguilar, este tenía que hablar algunas cosas con Bravo y como viajaba a Buenos
Aires, le pidió al jefe del partido:
-¿Por qué no
charlamos ese tema en la estación? Nos veamos media hora
antes que salga el tren, debajo del árbol VIP...
El árbol VIP se hizo
famoso y era curioso ver a varios ministros despidiendo al
gobernador cada vez que viajaba, debajo de su sombra, protegiéndose de los
rayos del sol en la siesta sanjuanina.
(Nota publicada en el libro "Anécdotas de la política sanjuanina, de Juan Carlos Bataller, referida por Reinaldo Botella)
El andén de la estación del Ferrocarril San Martín en una foto tomada poco antes de que se interrumpiera el servicio de trenes de pasajeros. (Foto Fundación Bataller)
1940 – Políticos en la estación / Hacia los años 40, la Estación del Ferrocarril San Martín era el punto casi obligado de partida y llegada de los viajeros sanjuaninos. En esta foto aparecen en la estación dos hombres que gobernaron San Juan: don Juan Maurín (el cuarto de izquierda a derecha entre los que aparecen en primera fila) quien ejerció su mandato desde el 18 de agosto de 1934 al 9 de abril de 1938, y don Pedro Valenzuela, que gobernó desde el 15 de enero de 1942 al 4 de junio de 1943. (Foto publicada en el libro “El San Juan que ud. no conoció” de Juan Carlos Bataller - Proporcionada Dina Lloveras de Uriburu)
1928 - Estación del Gran
Oeste Argentino / Esta es una imagen de fines de la década del veinte de la
Estación del ferrocarril que luego pasaría a llamarse General San Martín. Era
un edificio de dos plantas que se destacó por su imponente y lujosa
arquitectura. En 1872 por ley 583, se acordaba la concesión para construir una
línea férrea de la ciudad de Buenos Aires hasta la de San Juan. A Cuyo llegará
el Ferrocarril Andino; su construcción, según los comprobantes oficiales,
resultó la más barata; sus tarifas fueron las más bajas del país y cuando sus
rendimientos comenzaron a ser apreciables se lo vendió al Ferrocarril Gran
Oeste Argentino, de capital inglés. Cuando llegó el ferrocarril a San Juan, en
1885, esta provincia y la región quedaban definitivamente integradas al resto
del país.