El siguiente artículo de Juan Carlos Bataller fue publicado en El Nuevo Diario, edición 2149 del 21 de junio de 2025
La relación entre los intelectuales y la política en la Argentina podríamos decir que comenzó con los albores mismos de la patria y del periodismo. Mariano Moreno, fue el fundador del primer órgano oficial de información y de cultura: "La Gazeta de Buenos Aires".
Los cuarenta y seis artículos que alcanzó a publicar constituyen no solamente su mejor obra, sino el fundamento de nuestra nacionalidad, la aparición de la vida de la cultura entre nosotros.
Pero la relación entre la intelectualidad y la política no termina con Moreno. Baste mencionar a Echeverría, Alberdi, Mitre, Juan M. Gutiérrez, Domingo Faustino Sarmiento, Florencio Varela, Mansilla, Paz, Joaquín V. González, Carlos Pellegrini, Leopoldo Lugones, Jauretche, periodistas e intelectuales todos.
Hemos nombrado a Sarmiento, quizás el más grande escritor argentino y fundador de El Zonda cuando sólo tenía 28 años. Cuando el Gran Maestro llega a la presidencia de la Nación en 1.868 ya había escrito el Facundo, De la Educación Popular, Viajes, Agirópolis, Recuerdos de Provincia, había recorrido Europa y los Estados Unidos y ejercido su oficio de periodista en Chile y Buenos Aires.
Pero antes de Sarmiento, San Juan tuvo a Salvador María del Carril que no sólo fue el gobernador más joven sino que con sus 24 años escribió la Carta de Mayo, trajo la primera imprenta y puso en marcha el primer periódico, El Defensor de la Carta de Mayo. Y estamos hablando de 1.823.
¿Qué pasó después?
En algún momento de nuestra historia, los caminos de la política y la intelectualidad se divorciaron. Quedaron testimonios de representantes de izquierda o la derecha, de liberales o nacionalistas que no llegan a conformar estudios profundos pues en la base del trabajo es fácil advertir la influencia ideológica. O libros de economistas e intelectuales devenidos en políticos; los ejemplos más lúcidos en este campo pueden ser Rogelio Frigerio, Rodolfo Terragno y Abelardo Ramos.
Juan Domingo Perón y Arturo Frondizi fueron quizás los últimos presidentes que dejaron sus ideas impresas antes o después de gobernar, aunque ninguno de ellos escribió sus memorias. Tal vez porque –como afirma el historiador Pacho O´Donnell- “a diferencia con lo que ocurre con los presidentes norteamericanos, por ejemplo, a nuestros ex mandatarios nunca los abandona la idea de volver a ser huéspedes de la Casa Rosada y temen que esas memorias les jueguen en contra”.
Aparecieron sí, libros escritos por encargo como “Memoria política”, de Raúl Alfonsín, “El último de facto”, de Reynaldo Bignone, “Mi testimonio”, de Alejandro Lanusse y “Universos de mi tiempo”, de Carlos Saúl Menem. Pero en ninguno de estos casos aparece un conjunto de ideas sistematizadas que puedan considerarse un legado doctrinario.
¿Y en San Juan qué pasó? ¿Alguien recogió el legado de Sarmiento y Del Carril?
La influencia de la intelectualidad ha sido realmente escasa. Es como si la acción primara por sobre el pensamiento. No hay libros escritos por gobernantes que hayan incidido en el pueblo o al menos generado debates de altura.
Hay, por supuesto, excepciones.
Como puede ser la de Horacio Videla que ejerció la vicegobernación en la época del conservadorismo y es autor de una muy documentada Historia de San Juan.
Hay que mencionar también a los libros del ex vicegobernador, intendente y actual cortista Marcelo Lima: “Sarmiento sin prejuicios”, “Conducción y Conductor”, “José Luis Gioja. Una vocación política”, “Un día de Sol”, ensayo sobre el 17 de octubre de 1945; "Evita. En el Umbral de su Centenario" y "Leyendas y Relatos de Nuestro Pueblo"
Podríamos incluir también los libros de poesía y recuerdos del ex gobernador Alfredo Avelín.
Pero no hay material que constituya ideas ordenadas sobre el ejercicio del poder o al menos puedan considerarse propuestas doctrinarias.
Si buscáramos un pensamiento original y que vaya más allá del simple enunciado de medidas tendríamos que remontarnos a la Carta de Mayo, la Constitución cantonista del 27 y, tal vez, a algunos enunciados de la Constitución del 86 que tuvieron la virtud de adelantarse algunos años a lo que sucedería en la Nación y en otras provincias
Un dato puede ser esclarecedor sobre la ausencia de los intelectuales en la política sanjuanina: José Luis Gioja, es el único gobernador electo por el pueblo que egresó de nuestra universidad. El resto se formó en Córdoba o Buenos Aires.
¿La política –la vida institucional en general- está reservada para los hombres de acción? ¿Desprecian nuestros intelectuales la política? ¿Tenemos intelectuales?
El viernes 18 de noviembre de 1921, el gobernador Amable Jones presidió en el Teatro Estornell un acto político con la poca juventud que lo apoyaba. Esa noche, Jones dijo:
-¿Qué se advierte en esta provincia si se observa con un espíritu de sociólogo, aunque sea poco experimentado? No se ve ningún movimiento colectivo alrededor de grandes ideas, ninguna escuela, ningún cenáculo, ningún centro donde se debatan cuestiones trascendentes. Se percibe un gran movimiento de ambiciones y apetitos, el culto hipertrofiado de las pasiones, el triunfo de lo falso y del egoísmo ante el cual el Estado desaparece o es el pretexto. Esto tiene un origen lejano y no es extraño que los mayores cierren sus puertas cuidadosamente a la juventud y se encierren en su torre de prejuicios mientras los adolescentes los desdeñan o los creen inferiores...
Jones fue asesinado el 20 de noviembre de 1921. Fue el último gobernador asesinado en San Juan.
Fuente: Publicado en El Nuevo Diario, edición 2149 del 21 de junio de 2025