Desde San Juan a Jáchal
rumbo al oeste, precordillera,
manto blanco y celeste,
montaña y nieve, cual mi bandera.
Allá se planta Iglesia
frente a la patria fuerte y señera,
como suaviza el alma calma
el sutil perfume de los manzanares
y el gracioso donaire
de las mujeres de esos lugares.
La brisa lleva un canto
y ondula el manto en los alfalfares.
Dónde andará mi querer:
en Rodeo o en Las Flores,
a mitigar sinsabores
voy a Angualastoy Tudcúm,
bajo el sauzal mis amores
de luciérnaga la luz.
El arroyo bordeando
los sauces mecen su bienvenida
y las sombras parecen
volcar caricias adormecidas
y en los amores crece
cuando el zorzal da la despedida.
Cuando voy a Pismanta,
a los Rosales y al Centenario
juego de aguas termales,
entrar la vida, abrir un bayo,
de vuelta por Cobla,
la Cuesta del Viento
y el Túnel Bajo.
Tito Capdevila
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