El fomento de la agricultura fue una de las constantes en el accionar de Domingo F. Sarmiento. En septiembre de 1862, siendo gobernador de San Juan fundó la Quinta Normal. Sarmiento, quien había propiciado la creación de Quintas Normales en Santiago de Chile (la primera en Sudamérica) y Mendoza, tenía grandes esperanzas en su nueva obra ya que pretendía con este establecimiento formar a los agricultores en los principios científicos del cultivo y sobre todo hacer de la Quinta un centro de difusión de nuevas especies vegetales, implementos y conocimientos técnicos necesarios para el desarrollo de la agricultura, a la que consideraba sinónimo de progreso y civilización.
El primer director de la Quinta fue el agrónomo alemán Enrique Roveder, traído expresamente por Sarmiento desde Chile. Este organizó y planificó el establecimiento de tres cuadras y media de extensión ubicado en la antigua capellanía Ortega al oeste de la Plaza Mayor (actualmente Plaza Laprida, Escuela Normal Sarmiento y alrededores).
El estado provincial proveyó los fondos para expropiar y emparejar el terreno, comprar herramientas y semillas, contratar al Director, etc. En 1863 se inició la construcción del edificio de la Quinta Normal donde funcionó la primera Escuela de Agricultura del país. Cuando en 1864 Sarmiento dejó la gobernación en la Quinta Normal ya se cultivaban y aclimataban una gran cantidad de árboles para madera y frutales, hortalizas y flores para ornato. Roveder, a pesar de tener en contrato por ocho años, pronto dejó la Dirección de la quinta. ¿Qué ocurrió entonces con la Quinta Normal?
Los diferentes gobiernos que sucedieron al de Sarmiento mantuvieron la Quinta dentro de su jurisdicción, con el principal objetivo de proveer plantas para el desarrollo de la agricultura y el arreglo de paseos públicos, pero su celo fue mucho menor. No se contrataron especialistas ni directores, sino que fue puesta en arriendo previo inventario de los bienes existentes. Así en 1867 Faustino Espínola se hizo cargo de la Quinta sólo a cambio de mantener su estado, plantar las semillas que le enviara el gobierno y entregar los árboles para los paseos públicos. Antes de que concluyera este contrato, en septiembre de 1870, el gobierno entregó en usufructuó la Quinta Normal a la Sociedad Serisícola Albarracín, Longoni y Klappenbach durante ocho años a cambio de que dicha sociedad montara un establecimiento de crianza de gusanos de seda.
Entre otras cosas esta sociedad se comprometía a mantener y adelantar los cultivos y el edificio de la Quinta, a entregar 50 onzas de semillas anuales y 4.000 plantas de mora de un año para ser repartidas entre los agricultores locales y a dar un curso sobre la crianza del gusano de seda a 20 niños proveyendo también a su mantención. En la mitad de la Quinta debía plantarse moreras y en la otra mitad hortalizas y árboles escogidos.
Al cabo de menos de tres años el Inspector de Irrigación y Obras Públicas advirtió al gobierno del incumplimiento del contrato y del total abandono de la Quinta Normal.
Efectivamente, la Quinta estaba sólo al cuidado de un casero, sin concesionarios, arruinada completamente, habiéndose fugado del país el gerente de la sociedad Longoni. Al hacerse un nuevo inventario se constató la falta de numerosas herramientas y de más de 2.000 árboles diversos en almácigo y en producción. Sólo se habían plantado 300 moras.
Luego de tomar las medidas judiciales del caso, el gobierno sacó nuevamente en arriendo la Quinta. Las propuestas ofrecían ahora un monto fijo de dinero y un fiador que sirviera de garantía. Dos arrendatarios se eligieron de este modo: Ricardo Lombardo en 1873 y Juan de Dios Maradona en 1874. Los compromisos asumidos por los arrendatarios hablan del estado de dejadez de la Quinta: reparar las tapias que encerraban los plantíos, eliminar los hormigueros, limpiar y pintar el edificio y no encerrar animales cuadrúpedos en el establecimiento, entre otros.
Ante el evidente fracaso del sistema de arriendo que sólo había producido la ruina de la obra original iniciada por Sarmiento, el gobierno de Rosauro Doncel decidió la contratación en junio de 1875 del experto francés Fernando de Brussaut como Director de la Quinta Normal, pagado con fondos provinciales.
El estado del establecimiento tras muchas administraciones desacertadas -si no claramente especuladoras- era deplorable.
Los cuarteles destinados a plantíos y huertas se habían usado como potreros sembrados únicamente con alfalfa, cientos de árboles frutales habían sido robados o cortados, las hortalizas y otros cultivos habían sido devastados por los animales y el edificio de la Quinta estaba en completo abandono. Todo el predio había sido invadido por la chilquilla y los hormigueros.
El nuevo director se empeñó en recomponer la Quinta a su estado original. Limpió los terrenos destinados a huertas, sembró nuevas semillas de hortalizas y legumbres, podó los árboles frutales, compuso los parrales, destapó las acequias y aseguró el riego regular de los cultivos. Con semillas que trajo de Francia reinició los almácigos e introdujo nuevos cultivos tales como lino de Riga, tabaco de Connecticut, maíz europeo, entre otros. Previamente a sembrar, Brussaut extrajo del terreno entre 10 y 30 cm de guano, acumulado en tiempos de las anteriores concesiones, que utilizó para abonar los cultivos.
Brussaut no sólo se ocupó de los plantíos sino que reparó el edificio del establecimiento, combatió los hormigueros, reconstruyó las tapias, compró numerosas herramientas e implementos agrícolas, etc. Solicitó al gobierno que trajera semillas del Mediodía francés que se adaptarían mejor al clima sanjuanino que las viejas semillas traídas desde Hamburgo y Prusia, de difícil aclimatación por tratarse de plantas aptas para climas más fríos.
A pesar de su fructífera actividad Brussaut sólo permaneció al frente de la Quinta Normal hasta febrero de 1876, siendo reemplazando como Director por Carlos Carón quien también renunció meses después. La Quinta volvió a languidecer por la falta de una dirección capacitada ya que se volvió al sistema de arriendo. Prueba del abandono en que había caído fue que cuando en 1881 se crearon dos nuevas plazas en la ciudad, una de ellas -la actual Plaza Laprida- se levantó en una de las cuadras de la Quinta.
En 1886 un grupo de ciudadanos interesados en el desarrollo de la agricultura procedió a su refundación adquiriendo nuevos terrenos en Desamparados, donde funcionaría posteriormente la Escuela de Agronomía Nacional.
Fuentes:
* Weinberg, F. Las ideas sociales de Sarmiento. Buenos Aires, EUDEBA, 1988.
* Maurín Navarro, E. Contribución al estudio de la Historia vitivinícola argentina. Mendoza, INV, 1967.
* Videla, H. Historia de San Juan. Buenos Aires, Academia del Plata, 1981.
* Archivo Histórico y Administrativo de San Juan.
* Archivo de la Dirección de Geodesia y Catastro.
* Archivo del Departamento de Hidráulica.
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