Arnoldo Juan Bonetto y sus tres hijas: Mariana, Cecilia y Elisa Bonetto Roldán son conocidos por su trabajo como bioquímicos. Sus orígenes se remontan al pueblo italiano de Rossana. Desde allí vino el abuelo de Arnoldo Juan, quien se radicó en Córdoba. Allí nació el profesional, que llegó a San Juan en 1966 para trabajar en el entonces Sanatorio Guidet y, con el tiempo, fue uno de los fundadores del Sanatorio Mayo.
Del campo a la universidad
Este relato comienza con el abuelo de Arnoldo Juan, de quien él heredó el nombre. Este hombre fue quien nació en Rossana, un pueblo del Piamonte (Italia), que en el siglo XXI no llega a tener mil habitantes. Él se vino a Argentina y se instaló en la provincia de Córdoba, en General Cabrera, municipio ubicado a 60 kilómetros de Río Cuarto. Allí se casó y tuvo once hijos; uno de ellos fue su homónimo, Juan Bonetto. Como la zona forma parte de la pampa húmeda, en esa tierra fértil, Juan hijo se dedicó al trabajo en el campo desde joven y allí conoció a quien sería su esposa, Elsa Malatini.
Elsa y Juan se casaron en la década de 1930 y tuvieron tres hijos, el segundo de ellos heredó el tradicional nombre familiar, Juan, y fue quien años más tarde vendría a San Juan. Juan vivió su infancia en el campo con sus hermanas hasta que, cuando cumplió los seis, su padre decidió que se mudaran a la ciudad de General Cabrera para que sus hijos cursaran la escuela primaria. Cumplido ese ciclo comenzó la escuela secundaria, donde egresó como Maestro Normal Nacional.
Ya siendo adolescente, tenía muy claro que quería seguir estudiando. Esa idea no le agradaba mucho a su padre, quien esperaba que su hijo continuara la tradición familiar, trabajando las propiedades que con tanto esfuerzo había comprado. Pero la determinación fue indeclinable, así que Juan partió a Santa Fe para estudiar el ciclo básico de la carrera de química en la Facultad de Ingeniería en Química, de la Universidad Nacional del Litoral. En esa facultad crearon la carrera de Bioquímica, pero no estaba completamente estructurada. Así que por un convenio de esta institución con la Universidad de Córdoba, Arnoldo Juan se trasladó a su provincia natal para terminar allí la carrera y recibirse de bioquímico en la Facultad de Ciencias Químicas.
Un aviso en el diario y un nuevo rumbo
En General Cabrera su familia esperaba a que regresara ya como un profesional y que se convirtiera en el bioquímico del pueblo. Sin embargo, un aviso en un diario local cambió su rumbo por completo. El texto decía que en San Juan buscaban un bioquímico para el Sanatorio Guidet.
Sin dudarlo, les avisó a sus padres que se iba. El histórico sanatorio sanjuanino buscaba un nuevo profesional porque el bioquímico que tenían se iba a Colombia por un par de meses. El cordobés viajó con la idea de cubrirlo ese tiempo y luego regresar a su provincia. Una vez más el plan cambió, porque el hombre al que reemplazaba decidió no regresar, así que Arnoldo Juan se hizo cargo del laboratorio del sanatorio.
El día que el bioquímico conoció a Ana
En una oportunidad llegó al centro de salud una joven que le llamó la atención. Acompañaba a su papá, que estaba enfermo, y necesitaba hacerse análisis. No sabía que esa muchacha era Ana Roldán Marti, y su padre Joaquín Roldán. Después de ese primer encuentro volvieron a cruzarse, porque Ana ejercía la docencia en la misma escuela que la hija del doctor Guidet, fundador y propietario del sanatorio. La nueva oportunidad dio sus frutos y pronto se pusieron de novios.
Ana era hija de Joaquín y de Rosa Marti. Él era oriundo de España, de la ciudad de Córdoba y llegó a San Juan a principios del siglo XX. Acá conoció a su mujer, Rosa, y tuvieron dos hijas, Rosa y Ana, la menor. El matrimonio Roldán Marti vivía cerca de la bodega López Peláez, sobre calle Salvador María del Carril. Allí, durante años, tuvieron un almacén de ramos generales, con gran variedad de productos. Él estaba a cargo de la caja y era la cabeza del negocio, mientras que Rosa trabajaba incansablemente en la atención y todo lo que requiriera el negocio.
Ocho meses después de conocerse, en 1968, Juan y Ana se casaron. Dos años después llegó su primera hija, Mariana; y antes de que cumpliera su primer año nació Cecilia y tres años después Elisa. Poco después de formar su familia, junto a otros profesionales del Sanatorio Guidet, constituyeron la sociedad MAYO S.A. y adquirieron el hotel que había en la esquina de Mitre y Sarmiento, que pertenecía a los Del Bono, y fundaron el Sanatorio Mayo. Allí Juan se hizo cargo del laboratorio.
Las tres herederas y protagonistas
Aunque no solían frecuentar el lugar de trabajo de su padre, de alguna manera Mariana, Cecilia y Elisa se fueron empapando del amor que Juan tenía por su trabajo. Él podía dedicarse plenamente a su profesión gracias a Ana que se multiplicaba entre sus tareas docentes y la educación de sus hijas. Repartía el tiempo para llevarlas a la escuela y a deporte, todas empezaron jugando al hockey sobre césped en la Modelo, luego entraron a la Universidad y Mariana, que fue la que más jugó, llegó a formar parte de la selección sanjuanina de esa disciplina. También fueron juntas al secundario en el Colegio Central Universitario y allí comenzaron a delinear su vocación; todas optaron por seguir la orientación químico biológico.
Cuando terminó la escuela, Mariana estaba segura de que quería estudiar algo vinculado a las ciencias naturales y se decidió por bioquímica. Fue una sorpresa para Juan porque no solían hablar mucho sobre su profesión, pero se alegró por saber que alguien continuaría con su actividad. Un año después Cecilia decidió emprender el mismo camino. Compartían departamento, ya que estudiaron en la Universidad Nacional de Córdoba. Este camino también escogió Elisa unos años después.
Mariana egresó con el segundo promedio de su carrera y, una vez recibida, en 1993, decidió hacer prácticas en inmunología y endocrinología. Pocos meses después regresó a San Juan y se sumó al laboratorio de su padre. Junto con otros laboratorios adquirieron diversos equipos, entre ellos uno para realizar determinaciones hormonales que hasta ese momento derivaban a Buenos Aires. Ella es la directora técnica del Laboratorio en el que trabajan las tres hermanas Bonetto; se casó con Marcelo Quiroga Vita y son padres de Federico, María Florencia y Maximiliano Quiroga Bonetto.
Cecilia egresó como abanderada de la Facultad de Ciencias Químicas de la UNC; se recibió un año después que Mariana y se integró al laboratorio completando la tarea de su padre. Ella se casó con Eduardo Quiroga Ramella y tuvieron dos hijos, Juan Andrés y María Victoria Quiroga Bonetto.
Elisa también egresó de la misma facultad como abanderada de la Universidad Nacional de Córdoba. Recibió el premio presidencia de la Nación al más alto promedio de toda la región Noroeste. Desde que se recibió, realizó prácticas de histocompatibildiad (análisis de compatibilidad para el trasplante de órganos) y a pesar de que tenía muy buenas propuestas para seguir trabajando en Córdoba, decidió regresar a san Juan para integrarse al laboratorio de Biología Molecular del Hospital Rawson . Un par de años después tuvo la oportunidad de realizar un perfeccionamiento en Italia en un centro de trasplante de médula ósea para luego compartir su experiencia acá. Elisa se casó con Arturo Velert Vita y son padres de Juan Ignacio y Santiago Nicolás Velert Bonetto.
Cuando Elisa volvió de su formación en Italia, las tres hermanas Bonetto decidieron abrir su propio laboratorio. Empezaron en un pequeño espacio que alquilaban frente al Sanatorio Mayo, donde permanecieron un par de años completando la tarea de su padre en el sanatorio. Pero, ante el crecimiento de la demanda de sus servicios, el local inicial resultó insuficiente. Así que en el año 2009 se trasladaron a la esquina de Mitre y Alem, donde funcionaria el Laboratorio Bonetto. Allí es donde hoy ejercen su profesión multiplicando sus esfuerzos y repartiendo su tiempo con las obligaciones familiares, el trabajo profesional y hospitalario y la permanente ayuda a su padre.