Los eufemismos en nuestra vida cotidiana

 Los eufemismos son palabras o expresiones menos ofensivas que sustituyen a otra para suavizar el mensaje de mal gusto que puede ser peyorativo para el oyente. También puede ser la palabra o expresión que sustituye a nombres secretos o sagrados para no revelar los secretos a para los iniciados. Así, el juego de los eufemismos desechó en su día los términos “tullidos” y “lisiados” para elegir “inválidos”.

La palabra “puta” (en latín, putta) se convirtió hace siglos en sustituto biensonante de “mujer pública”, como cuenta el especialista en eufemismos Miguel Casas Gómez en su libro La interdicción lingüística (Universidad de Cádiz, 1986, páginas 65 y 222). De tal forma, su significado original de “niña” o “muchacha” desapareció para contaminarse con el que pretendía reemplazar. Así que “puta” fue un eufemismo. Esto suena sorprendente hoy en día, salvo que se conozca, o se intuya, la teoría del dominó que formuló el lingüista norteamericano Dwight Bolinger en su obra Languague: TheLoadedWeapon (Lenguaje: el arma cargada), (Longman, Nueva York, 1980, página 74). Según esa formulación, las palabras que sustituyen a otras que nos suenan mal (aunque se refieran a lo mismo) tienen una vida limitada porque son sustituidas a su vez tras absorber la fuerza peyorativa de la anterior.

Hemos presenciado muchos casos así en los últimos decenios, al nombrar realidades que preferiríamos que no existiesen.
Por ejemplo:

» La palabra “viejos” quedó sustituida en el lenguaje políticamente correcto por “ancianos”, que a su vez se volvió negativa. Llegó entonces “personas de la tercera edad”, que reemplazamos ahora por “personas mayores”.

» Los “países subdesarrollados” se convirtieron en “países del Tercer Mundo” o “tercermundistas”, hasta que eso se consideró un insulto. Así que decidimos denominarlos “países en vías de desarrollo”, locución que empieza a sustituirse por “países emergentes”.

» Las “facciones” de los partidos políticos se transformaron en “tendencias”, y después en “corrientes”, y luego en “familias”, y finalmente en “distintas sensibilidades”.

» Los “mongólicos” recibieron con esa palabra una designación descriptiva, que se tornó perversa. Surgió entonces “subnormales”, impulsada por las propias asociaciones de familiares: “Asociación de Familiares de Niños y Adultos Subnormales” (Afanias). Años más tarde se debió sustituir en el lenguaje correcto por “retrasados” o por “deficientes”, más tarde por “insuficientes mentales” o “discapacitados psíquicos”, y finalmente por “niño con síndrome de Down” o, ahora, “un Down”.

» El juego de los eufemismos desechó en su día los términos “tullidos” y “lisiados” para elegir “inválidos”, pero el efecto dominó aportó “minusválidos”, y luego “disminuidos” y más tarde “discapacitados”.

Estimado lector compartimos entonces, en esta columna, la idea de respeto y solidaridad que impulsa este cambio!!!.

(*) Aida Elisa González de Ortiz, directora del Instituto de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas Manuel Alvar (INILFI) de la FFHA de la UNSJ.

Publicado en La Pericana, edición 182 que integra la edición de El Nuevo Diario del 15 de noviembre de 2019

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Los eufemismos en nustra vida cotidiana. (Ilustración Miguel Camporro)