Tucunuco. Las casas de los espíritus

Artículo publicado en Diario de Cuyo el 25 de mayo de 2010 en el Bicentenario de la patria.

 El pueblo está totalmente abandonado desde hace 25 años. Hay viviendas intactas, una iglesia y una escuela. Allí vivió Federico Cantoni.

 

En el cementerio sólo se pueden ver once tumbas. Algunas, todavía con flores frescas. Sobre el pizarrón de una de las aulas de la escuela hay escrita una frase que lastima los ojos: "Los habitantes de este pueblo nos vamos con lágrimas en el corazón". Por momentos, da la impresión de escuchar las risas de los chicos, como si todavía jugasen en el patio. Pero sólo se trata del zumbido de las abejas que se apoderaron de cada rincón de la escuela. La mayoría de las casas aún tienen las puertas y ventanas intactas. Algunas están cerradas con llave, aunque están abandonadas. Es que en el lugar no vive nadie desde hace unos 20 años. Se trata de Tucunuco, un paraje jachallero que está a 115 kilómetros de la ciudad.

Hasta la huella que conduce a este pueblo parece como borrada por fantasmas. La entrada, difícil de localizar, está por la ruta 40 a mano derecha, al lado de una de las casas del ferrocarril.

Cuando se observa el lugar a vuelo de pájaro, es difícil de explicar por qué la gente se fue dejando parte de su historia en cada habitación abandonada. Pero cuando se llega a lo que fue la plaza, el impacto es inmediato: abundan los árboles secos y el desierto avanza implacablemente. Es que la falta de agua hizo que sus habitantes emigraran. A esto se le sumó la crisis de la olivicultura que comenzó a fines de los "60. Dicen que es porque el consumo de aceite disminuyó. El problema se agudizó a principios de los "80, que fue cuando la gente empezó a abandonar el lugar por falta de trabajo, para no volver jamás.

"El esplendor del pueblo fue en la época de Cantoni, que hizo plantar varias hectáreas de olivos", dijo Beatriz de Correa, que fue maestra de Tucunuco. De hecho, Federico Cantoni se construyó una de las casas más imponentes del lugar y Graciela, su esposa, mandó a levantar la iglesia de piedra en 1955. Se calcula que había más de 80 variedades de olivos que Cantoni mandó a traer de distintos países. Lo que convirtió al lugar en una de las colecciones olivícolas más completas del mundo. Entonces había más de 40 hectáreas con esta clase de árboles.

 

"Cantoni usó esa casa para esconderse de sus enemigos. En la época del proceso ese lugar también sirvió de guarida de los que escapaban del gobierno militar", dijo la historiadora Leonor de Scarso. Hoy, en este caserón todavía se puede divisar lo que fue la cocina, el baño y los dormitorios.

 

 

El paisaje

El pueblo tiene una sola calle bordeada por un zanjón que servía para encauzar las crecidas del río. Ya no hay vegetación, excepto un bosque de enormes árboles secos. Dicen que fue uno de los lugares más verdes de San Juan, por la calidad de sus tierras. Ahora el suelo está cubierto de espinas.

 

La gente

Se calcula que en la década del "60 habitaron el lugar unas 200 personas. A la escuela iban 70 chicos. El difícil acceso al lugar respondió a que Federico Cantoni no quería que se conociera, porque era donde se escondía de sus enemigos en tiempos difíciles.

 

La economía

Fue una región eminentemente agrícola. Se plantaba ajo y cebolla, además de los olivos. La gente también criaba animales. Todavía hay casas que tienen intactos los corrales. Había un almacén en el que la moneda de cambio era el trueque, porque la gente no manejaba dinero.


Ver artículos de Fundación Bataller

-- Federico Cantoni. 1923 - 1925 y 1932 - 1934 - Por Juan Carlos Bataller

-- Jorge y Beatriz Navarro, ex colonos. Aquellos años de sueño y trabajo en Tucunuco


-- Tucunuco: El sueño que no dejaron ser

GALERIA MULTIMEDIA
Casa en ruinas en la localidad de Tucunuco, conocida como casa de los espíritus. (Fuente Diario de Cuyo)