La siguiente nota fue publicada en El Nuevo Diario el 13 de marzo de 1992 en la edición 548 con motivo del aniversario número 46 de la primera cumbre de argentinos al pico más alto de la provincia. El siguiente es el texto completo.
Se cumplen 46 años de la primera ascención argentina al Cerro Mercedario, el pico más alto de San Juan. El Grupo de Montaña de la Escuela Industrial Sarmiento rindió un homenaje a los héroes anónimos del Regimiento 22 de Infantería de Montaña, quienes se constituyeron en los pioneros del andinismo sanjuanino, que hoy une a civiles y militares.
El tiempo ha transcurrido y muchas expediciones posteriores conquistaron la segunda cumbre de América, pero un aparente manto de olvido ha cubierto esa gran hazaña que realizaron los entonces suboficiales Francisco Bona, Eugenio Lazo y Joaquín Fernández.
Y digno resaltar la iniciativa del citado grupo en rescatar del olvido esta primera ascención que constituye un estímulo para muchos jóvenes. Las épocas cambian, pero el andinismo sigue siendo una actividad sana y recreativa. Permite encontrarse con Dios, consigo mismo y enseña a convivir, a trabajar en equipo y templa los nervios desde el mismo momento en que hostigan las inclemencias climáticas de la montaña. Precisamente son nuestras montañas las que impactan e invitan a un contacto directo con la naturaleza; las montañas que enseñan a valorar los sacrificios de nuestros pioneros, que aportaron lo suyo para que hoy se conozca más la geografía provincial.
El sargento primero Francisco Bona; el sargento Eugenio Lazo; el cabo Joaquín Fernández y 16 hombres que integraban la comisión de apoyo, entre los que se encontraban el cabo Di Blasi, cirujano militar doctor Tessone; subtenientes Padrón y Moya; sargentos Ripalta, Villalobos, Rodríguez y sargento primero Leonardo; cabos Acosta y Figueroa; cabo conscripto Salinas; soldados López, Alfaro, Rivera y Grosso y el maestro de gimnasia y esgrima, Stahoinger, todos al mando del capitán Mario Graci Lavarride fueron los protagonistas de la hazaña. Depositaron la bandera de la patria en la cumbre del Mercedario y rescataron algunos elementos dejados allí por una expedición polaca que ascendió al mismo cerro en 1934.
Francisco Bona: "Algo que no se puede olvidar"
Fancisco Bona fue uno de los tres militares argentinos que conquistaron la cumbre del Mercedario en marzo de 1946. Para recordar aquél momento, visitó la redacción de El Nuevo Diario. A los 73 años, aún ama el andinismo y es un apasionado lector de todo lo relacionado con ese deporte de riesgo. Este pionero del andinismo, conserva en su mente y en su corazón aquel ascenso glorioso que se incorporó a nuestra historia. Esta es la nota.
—¿Cómo nació la idea de conquistar el Mercedario?
—En una reunión que mantuvimos con el Capitán Mario Graci —que fue el Jefe de la expedición— nos dijo con el tono patriota que lo caracterizaba, que “¡Cómo era posible que un pedazo de suelo argentino, no hubiese sido pisado por uno de nosotros!” Este fue el puntapié inicial.
—¿Qué recuerdos conserva de aquella conquista?
—Salimos a las 4 de la mañana en grupos de tres del Campamento Intermedio “Soldado Baigorria” y después de 21 horas de ascenso y escalar puras oscuridades —realmente hubieron veces en que nada se podía ver— llegamos a la cumbre junto a mis compañeros Eugenio Lazo y Joaquín Fernández, donde el sol, como el mismo fuego, iluminaba en todo su poderío.
—¿Qué sintieron en el mismo momento en que hicieron cumbre?
—Fue tan grande la alegría, que mi compañero Eugenio se sacó el pasamontañas para gritar a viva voz: ¡Viva la Patria! Luego hicimos flamear la bandera argentina en esa cumbre infinita. Unos segundos fueron suficientes para sentir los 30 grados bajo cero que condicionaba el clima
—Desde ese escenario Inefable, ¿la vista dispone de todas las distancias, ¿verdad?
—Así es, se admiraba toda la cordillera, se veía la alzada imponente del Aconcagua y el Océano Pacífico como si fuera una enorme mesa de billar. En un silencio eterno, y en esa meseta de 70 metros de diámetro iluminada por el espeso sol, veíamos allá abajo, como una poderosa tormenta, azotaba los pies y los picos del Mercedario.
—¿Y sus camaradas?, ¿qué sabe de ellos?
—Eugenio falleció hace 6 años y Joaquín está radicado en Córdoba, hace bastante que no nos vemos.
—Fue una experiencia inolvidable...
—Recuerdo con añoranza aquellos momentos. Es algo que no se puede olvidar jamás.