Su vida se apagó un 8 de septiembre de 1908 en una estruendosa noche de tormenta en un rincón angaquero que besa el cerro Pie de Palo. Teresa Merlo estaba embarazada de 8 meses, esperando un nuevo hijo junto a su marido, Estanislao Vargas. Pero la desgracia se interpuso en su camino y terminó sepultada junto al bebé que no llegó a nacer bajo un algarrobo de la zona en la que vivía. Así empezó la leyenda de la Difunta Teresa.
Según una historia oficial compartida por una sobrina nieta de la santa pagana –resumida para la ocasión–, ella era mendocina, y fue su padre quien, a finales del siglo XIX, decidió dejar la vecina provincia y comprar unas tierras en Angaco, en inmediaciones de lo que hoy se conoce como Aguilera y Ontiveros. Tenía dos hermanas y un hermano con los que compartió buena parte de su vida hasta que el amor se cruzó en su camino. Estanislao la cautivó y, pese al recelo de su familia, terminó yéndose a vivir con su pareja al norte de los Baños de Guayaupa. Allí, su marido se dedicaba a la crianza de cabras y ella a las labores de la casa y al cuidado de ‘Fajita’, la hija que ambos compartían. En la inmensidad de la nada que siempre habitó ese rincón sanjuanino, que era utilizado por muchos jinetes en su paso a Jáchal y Valle Fértil, Teresa volvió a quedarse embarazada.
El fatídico final de Teresa Un día, volviendo al rancho que compartía con su familia, la bondadosa y siempre servicial Teresa Merlo tropezó, y en la caída terminó golpeando su vientre contra una piedra. Totalmente dolorida, llegó a su hogar mientras se daba cuenta de que estaba sufriendo una hemorragia. Se acostó a esperar la llegada de su marido. Al llegar Estanislao y ponerse al tanto de la situación, tomó a Teresa y a su hija y las subió a su carro para llevarlas al centro asistencial que por entonces había en Angaco. Una tormenta se encontraba descargando agua a mansalva y terminó convirtiéndose en el peor escenario.
Cuando se dirigían a buscar ayuda médica, las ruedas del carro se enterraron en el lodazal que la lluvia había formado. La muerte de Teresa y de su criatura se volvió inevitable. Con su último suspiro, le pidió a su esposo que la enterrara debajo del algarrobo que se encontraba en el lugar. Estanislao cumplió la voluntad de su mujer, y de la nada, el viento y la lluvia que se habían apoderado del paisaje se detuvieron súbitamente.
Del algarrobo a su reposo actual Estanislao dejó su rancho al norte de los Baños de Guayaupa y volvió a vivir con su hija en el centro de Angaco. Con el tiempo, el lugar donde yacía Teresa se convirtió en el trazado elegido por crecientes, por lo que su esposo decidió sacarla de su lugar debajo del algarrobo y llevarla al paraje en donde vivían juntos en la base del Pie de Palo. Para ese entonces, muchos de los que habían visitado la tumba de Teresa recibieron favores de la difunta, por lo que fue relativamente fácil conseguir las donaciones para montarle un humilde santuario de cañas, adobe, palos y algunos otros materiales. Años más tarde, bajo la intendencia de Enrique Pezze, se decidió renovar la ‘casa’ de Teresa y se erigió una capilla hecha de ladrillo y cemento. Con el tiempo se sumó una imagen de la Virgen del Carmen, luego otra, y desde 1999, los gauchos la visitan, cabalgata mediante, a la ‘santa pagana’ de las embarazadas y los niños por nacer. Aunque también están los devotos que le piden por su salud y el trabajo.
En el 2000 se juntó el dinero para realizar una estatua de piedra de la Difunta Teresa, que es la que concentra la mayor atención de las personas que la visitan durante todo el año, en especial en estas fechas en las que se realiza la cabalgata de fe en su honor.
Fuente: nota publicada en el diario Tiempo de San Juan el 19 de agosto del 2024.