El siguiente artículo fue publicado en El Nuevo Diario, edición 619 del 13 de agosto de 1993, en La Nueva Revista con motivo de que el canal televisivo de San Juan, cumplía 30 años. Fueron varios los invitados al Quincho para relatar cómo comenzó a realizarse un emprendimiento del empresario Jorge Enrique Estornell.
Los técnicos que pusieron en marcha la televisión sanjuanina el 2 de mayo de 1964 dicen ahora, entre risueños y reflexivos “si la cámara era una caja de zapatos!”, sin acreditarse la combinación de esfuerzo e ingenio que pusieron en juego para que los habitantes de esta provincia contaran con esa ventana para el asombro.
A partir de esa fecha, se planta un hito indiscutible en el fenómeno de las comunicaciones y su influencia en la formación de criterios, de adopción de modas, de incorporación de la imagen reforzando la información. Creando una cultura del espectáculo en casa, que terminó alterando hábitos de salida, de consumo de formas de vivir.
En ese momento, el cine comenzaba a sufrir un impacto cuyas dimensiones son apreciables ahora.
Pero nadie analizaba eso, la única crítica al nuevo ingenio metido en casa, era que "interrumpía la comunicación familiar". En realidad el nuevo habitante de los hogares venía con un paquete de sorpresas al que era difícil resistirse y la familia, buena parte de su diálogo lo volcaba a comentar la nueva experiencia.
El cine en casa
Allí estaba, manso y tozudo: era sólo cuestión de producir el mágico "clic" y el mundo se aparecía tentador y sensual a nuestros ojos. Solo el "cierre” hacía defeccionar a los espectadores. ¿Quién no se "anotaba" para la película nocturna que no era sino una serie elevada a la categoría anterior?
Claro que también llegaban los parientes que todavía no habían accedido al aparato receptor (que estuvo en venta desde antes que comenzaran las emisiones) o llegaban los vecinos en igual situación de desamparo visual, ¿y cómo decirles que no, si era también un orgullo tener la tele en casa?.
En el verano, ¿cuántos no sacaban el aparato al patio? para aventar el sopor de la estación y refrescarse, también, con algo en un vaso: Aquellas voces metálicas, la entonación mexicana de lo poco que venía traducido y el extraño fenómeno de luces cambiantes que producía en el patio y rebasaba la medianera como un exótico relampagueo, no eran sino símbolos de un orgulloso y modesto status que nadie se ahorraba, si podía.
Series foráneas y “culebrones” nacionales
En el inventario de aquella primera época, ¿quién no recuerda a “Ruta 66” con George Maharis. o “Intriga en Hawai o “Acción en Miami”. Y la obsesión del "Fugitivo" que vivía huyendo de la policía y buscando al manco siniestro que había asesinado a su mujer. "Alma de acero" trajo ternura y estoicismo en el rostro de aquel Ben Gazzara condenado a muerte, cuyos romances llegaban a la frontera del beso para comenzar a diluirse en un incomprensible alejamiento de quien no quería hacer sufrir, mientras albergaba la muerte en su corazón y la tristeza en sus ojos. Y más tarde desembarcaron en la puerta de la pantalla los rudos hombres de "Bonanza", capitaneados por su padre que tomaba decisiones por todos. Y la extensa serie “El gran chaparral” con vaqueros que tenían que desenfundar ante los indios, los mexicanos y los malvados que robaban ganado y finalmente el memorable sargento que encarnaba Vick Morrow en "Combate", donde los soldados americanos propinaban una paliza a los "torpes" alemanes semana a semana. El recuento es largo y la memoria breve, pero el sabor de aquellas aventuras compartidas con los primeros héroes de la pantalla chica dejó un sabor con aires de "saudade”.
La producción nacional
De pronto asalta la memoria la ingenua imagen de Pepe Biondi con sus personajes geniales como “Pepe Curdeles”, “Pepe Galleta, un guapo en camiseta” en aquel clásico insuperable que se llamó "Viendo a Biondi”. Los protagonistas que poblaron la imaginación de Nené Cascallar tuvieron voz, rostro y desventuras amorosas en aquel "El amor tiene cara de mujer". "La galleguita" con María de los Ángeles Medrano, "Rolando Rivas, taxista" o "Frente a la facultad", se entretejen en un tiempo difícil de discernir. Luego saltan a escena Bebán y Ferrigno en aquel "Malevo", en el que Santos Brizuela y el "Rubio" Navarro competían a punta de cuchillo por el amor de Gabriela Gili, y ambos sufrían la perversidad del "doctor Méndez Uriarte" y su matón "El gallina negra".
Épocas buenas, porque están ligadas a la historia personal de los que vimos aquel nacimiento de la televisión en San Juan, como un acontecimiento trascendente y exultante.
Los programas en vivo: talento, imaginación y esfuerzo.
El primer rostro local que la televisión sanjuanina mostró a sus fieles fue el de Carlos Biral. Luego que el gerente de Canal 8 pronunciara las palabras de circunstancias, el hecho inaugural fueron la voz, los gestos y la simpatía del fachero Carlos Biral. Tenía 26 años y cara de galán de cine. Se lo vio en muchos programas, luego compartiendo roles con Juan Carlos Iglesias—ya desde hace años “la imagen” de Canal 8-. Pero también hacía sus armas Benito Gizzi, con sus programas en vivo y Manuel Pinazzo Ortega.
Frente a sus sonrisas, a la seguridad de sus movimientos en el estudio, la única cámara era guiada por Silvio Francisco Falanti, el primer hombre que se plantó con esa faena en el set y lo siguió haciendo con probada solvencia, hasta que unos pocos años después hubo dos cámaras y la otra estuvo a cargo de Alberto Rodríguez, un querido y recordado amigo desaparecido.
Los animadores eran también locutores en off, y tenían ingenio para enfrentar las cámaras con una serenidad tal que nadie sospechaba los sofocones de momentos antes, cuando los avisos no habían llegado, o el libreto discurría por andariveles de improvisación cuando no se había quemado una lámpara o la cámara debía ser enfriada con un ventilador para que no se convirtiera en una caldera.
Y quizá esto fue posible por la tenacidad y la capacidad creativa de las agencias de publicidad. Es probable que el proceso hubiera sido mucho más retardado sin aquellas dinámicas agencias que imaginaban programas, los estructuraban, buscaban los avisadores, coordinaban con los técnicos, entusiasmaban a los conductores y los demás (¡como si hubiera sido tan fácil! Era sentarse en casa a disfrutar o a criticar.
Insoslayable
Como otros emprendimientos que abordó, Jorge Enrique Estornell puso dos cosas para que la antena del Canal 8 sea casi un símbolo de la ciudad, e ice en diciembre –como un manto protector y un farol irradiante- el más grande árbol de Navidad que se ve desde todos lados y recuerda el Nacimiento: tesón inquebrantable y amor por San Juan. Quién sabe cuándo hubiera llegado la tele a esta provincia si a Jorge Estornell no se le hubiera metido en las tripas la decisión de encender la llama. Hoy todo parece sencillo pero, seguramente no lo fue hace treinta años. Ese fue un regalo para San Juan y este pueblo lo agradecerá recordando, quizás dentro de muchos años, la historia de un empresario que se volvió obsesivo porque quería –como dijo a Goar Mestre alguna vez- llevar la televisión a su pueblo. “¿Dónde queda San Juan?” preguntó el cubano y Estornell le respondió implacable “donde se instalará el próximo canal de TV en Argentina”.
La TV en el Quincho
Se puede contar la tele?, claro que no. La televisión se vive, se hace, se mira.
Pero se pueden tomar fragmentos de la historia de aquellos comienzos para ensayar un recuerdo que no será sino una suma de retazos. De todos modos, la voluntad de intentarlo es también una experiencia. Escuchar sobre aquellos inicios con algunos, muy pocos, de los que estuvieron desde el principio es un privilegio, y aunque los periodistas no suelen decirlo, un honor también.
La invitación a conversar sobre la tele fue extendida a otros más, pero sólo fueron fieles a la cita Heriberto Blanch, técnico, Reinaldo Mattar, cineasta y primer productor del noticiero de Canal 8, Juan Carlos Iglesias "el hombre del Canal" y Carlos Biral, primer conductor de programas en vivo, que frecuentó las cámaras porque a los 25 años se sintió tentado por un concurso para incorporar locutores no profesionales.
Todos evocaron con ternura aquella odisea que protagonizaron sin advertirlo. En su madurez humana este grupo de hombres trasunta la marca que deja una experiencia fundacional y el sello que llevan aquellos que se enamoraron alguna vez de la tarea de comunicar.
El diálogo fluyó, sin esfuerzo y El Nuevo Diario lo recogió para trasmitirlo a sus lectores.
• Un “racconto” de 30años
—Supongo que en aquellos días, ustedes tenían que equilibrar con ingenio y creatividad la magra tecnología de que se disponía ¿Cómo fue en el caso tuyo, Reinaldo, que dirigiste el primer noticiero de la televisión?
Mattar. Te aclaro cómo fueron las cosas en mi caso. Yo siempre amé el cine y me dedicaba a eso. Incluso fabricaba máquinas reveladoras de película (y vendí varias), entonces había que hacer un noticiero y Canal 8 no lo podía hacer, entonces Estornell me dijo "¿Reinaldo, usted se anima a hacer un noticiero, porque tenemos que producirlo perentoriamente"; entonces yo le dije que sí. No había cámaras, entonces había que filmarlo con cámaras de cine. A partir de allí, yo producía el noticiero que era mío, yo pagaba el espacio, yo vendía a los anunciadores, no es que yo fuera director de noticiero del Canal. Después Estornell me nombró director artístico del canal.
—¿Vos tenías una agencia a través de la cual lo producías?
Mattar: Claro, era ARTV, con la que hicimos muchos otros programas.
Blanch: En aquel momento, como dice Mattar, no había cámaras, inclusive para hacer el número en vivo, no teníamos telecine. De modo que lo primero que hicimos con la primera cámara que llegó fue proyectar sobre un panel, el proyector y el pasaplacas, y con esa misma cámara, luego, cuando tuvimos telecine hicimos números en vivos, el noticiero que dice Mattar, donde ya venía con el material que él grababa.
—Del set en adelante, ¿cuándo comenzó el canal, qué dotación técnica tenía?
Blanch: Al comienzo no tuvimos set. Eso debe haber durado cinco o seis meses.
—Exactamente ¿cuándo comenzó el canal sus emisiones?
Blanch: El 2 de mayo de 1964; previamente habíamos hecho salidas experimentales. Nosotros estuvimos con la gente que instaló los equipos, porque necesitábamos familiarizarnos con ellos, con los equipos quiero decir. Tuvimos un pre-curso y de allí quedamos cuatro: el señor Julio Neman, el señor Del Valle Méndez, José Blanch, un primo mío que está ahora en Mendoza y yo.
—Heriberto ¿estás desde esa época?
Blanch: Sí, desde el comienzo.
—¿Y los primeros locutores del canal, quienes fueron?
Blanch: Gladys Pico, Jorge Lagos y Lardone.
Carlos Biral: Lo que pasa es que entonces es cuando estos técnicos hicieron la aventura de la TV, porque estaban —si no me equivoco— en el último piso del edificio en un departamentito.Yo me acuerdo haberlos visto a veces a los muchacos trabajar "panza al suelo", se tiraban con la cámara, —como dice Blanch— no tenían cadena de telecine y tomaban con la misma cámara, que parecía una caja de zapatos, que a veces se calentaba la lámparay la tenían que sacar para que se enfriara o poner otra, y bueno..
—¿Se cortaban las transmisiones?
Biral: A veces sí.
Blanch: Muy poco.
Biral: Menos que ahora.
—¿Cómo fue tu incorporación a la televisión?
Biral: Se llamó a un concurso de locutores en vivo. Allí fue que participó Gizzi, yo, Orlando Pelayes Lara y mucha otra gente.
—¿Era para locutores-animadores?
Biral: Y para locución comercial también, pero no tenían que ser profesionales, yo tenía mi carnet habilitante. Y se hizo una prueba de una presentación en vivo de las autoridades del canal. Esa fue la primera transmisión en vivo del canal, que se hizo con esa famosa camarita. Después llegó Osvaldo Neira que hacía parte de compaginación y le encargaron un poco la dirección de cámaras y también la responsabilidad del guión: así salió el primer programa en vivo. Viniste vos Reinaldo, vino Lucy, ayudaron mucho, y salió por ahí oscura, por ahí clara, pero salió.
—¿Y cuál era el set?
Biral: El escenario del Teatro Estornell. Luego fue donde estuvo la boite. Y en esa oportunidad Reinaldo con su ingenio, proyectó algunas películas que sobreimprimía, para darle un poco de movimiento. Ahora que todo el mundo trabaja con tres cámaras y tiene tantos recursos técnicos y de computación no puede olvidarse que nosotros teníamos una sola camarita. Como estaba contando, esa fue la primera transmisión en vivo. Después vino el "Boletín Económico” que lo hice yo con la agencia "Flores promoción", daba la cotización de lo que era el mercado, y luego vinieron otros programas en vivo como "Famularo Show", "Pin 8 Club", después hicimos con Juan Carlos Iglesias "Buscando las 8 modelos del 8", ¿te acordás Juan Carlos?
—Reinaldo hacía cine y ya conocía lo que era hacer registro pero, ustedes (por Iglesias y a Biral), que eran objeto de ese registro, de esa "filmación" ¿se sentían artistas?
Iglesias: (Riéndose) No, no tanto como artistas.
—Pero es que de pronto se volvieron muy populares. La gente que los veían en casa, luego se ios podía encontrar en la calle...
Iglesias: Mirá, yo cuando empecé en la TV, trabajaba en la LV5, en aquella querida LV5 ¿te acordás?
—Claro que me acuerdo.
Iglesias: Estábamos haciendo un programa en vivo "El líder Rex de la canción" (por la casa Rex), y el locutor que tenía el noticiero en esa época era Emilio Romero y el programa lo producía Reinaldo Mattar, con películas que se hacían todas con relatos en off, se filmaba la película y se grababa el texto. Entonces me llama Reinaldo al Canal y me dice "mirá Juan Carlos, tenés que venir a hacer el noticiero. Yo le contesté que no, que nunca había hecho periodismo y él me contestó "bueno, alguna vez lo tenés que hacer", y me contó que Emilio Romero tenía que viajar a Buenos Aires.
—Y ahí te diste cuenta que los periodistas no son ningunos "artistas” ¿nó?
Iglesias: (Se ríe) Y bueno, se fue Romero, y con el mayor coraje trató de hacer el trabajo, y comencé con Reinaldo a hacer el noticiero. Después el noticiero pasó a hacerlo el canal, Reinaldo también filmaba, también lo hacía el canal, y desde entonces... aquí me tienen.
—¿Cuántos años tenés trabajando en la tele?
Iglesias: Veintisiete años. Luego pase a ser personal estable del canal. Como contaba Carlitos Biral, más tarde pasamos a hacer "Las 8 modelos del 8" con él, y varios más. ¿Te acordás Reinaldo el programa español que hicimos?
Mattar: Si claro, yo hice varios.
—Pero vos Juan Carlos ¿no harías de "baturro"?
Iglesias: No, no, yo lo conducía (y se rió nuevamente).
Mattar: Se hicieron muchos programas. "Actualidades sanjuaninas" que iba todos los sábados, hacíamos el noticiero, "El show de los deportes" con Carlos W. Meni.
Iglesias: El hecho que hubiera pocos animadores en cámara, hacía que trabajáramos en varios programas, avisos comerciales en vivo.
Carlos Biral: Lo más lindo que había era la camaradería, la amistad. Recuerdo que para un aniversario del canal, decidimos hacer una fiesta en la parrillada Sportsman. Y encargamos unos distintivos que eran una pequeña cámara, que uno la llevaba prendida en la solapa; y fueron hechas de oro, y cada cual pagó su distintivo, de su bolsillo, con todo su entusiasmo porque queríamos tener ese recuerdo. Entre todos pagamos uno que se lo regalamos esa noche a Estornell.
Mattar: Hay cosas importantes que recordar. Cuando el canal estaba por salir al aire, con fecha fijada para ello, había pocos en la Argentina que creían que el canal pudiera "salir". En el canal 13, Goar Mestre le decía a Estornell, “señor Estornell, yo no creo que el canal pueda salir”. Lo que quiero destacar es el coraje de esa persona, que se jugó ante San Juan. Yo tengo filmado el momento en que llegaron los cuatro cajones con equipamiento técnico, llegaron en el expreso CAMYT. Llegó un ingeniero, que también estaba en negativo, y Estornell le dijo "mire, el canal va a salir, porque yo digo que tiene que salir", tenía una decisión inquebrantable. A esa voluntad se sumó el esfuerzo que pusimos todos. Te digo más, cuando yo comencé con el noticiero perdía dinero, pero estaba dispuesto a revertir la situación y, claro después ganó plata con el noticiero. Salíamos a poncho, con una cámara que había que ponerle un ventilador, y la cámara por ahí se pinchaba, y había que poner una placa hasta que la cámara se enfriara y volviera a salir al aire.
Biral: Cuando llegaron los equipos —eran CSF, todos franceses—, con Juan Carlos Iglesias transmitimos en vivo, fue la primera transmisión de exteriores, desde una "4L" la llegada de los equipos al aeropuerto, y vino Goar Mestre.
—Pero ¿cómo hacían para transmitir?
Biral: Desde allá pero con un equipo móvil o sea con una antenita hasta la planta transmisora, no había equipo móvil en ese tiempo, por primera vez llegó esa "renoleta" con un equipo de esos mismos. Y a la noche todavía no sabíamos si los equipos se quedaban o se los llevaban. Y fíjate que con el tiempo nos enteramos que parte de esos equipos venían con lo necesario para transmitir en colores, si me equivoco que me corrija Blanch.
Bianch: El transmisor. Esos equipos llegaron en el ''''''''68. El transmisor y el equipo de sonido venían preparados para trasmitir en colores.
—¿Reinaldo, tu paso por la televisión, qué te dejó?
Mattar: Fue una experiencia. En realidad yo siempre me dediqué al cine, pero es una situación y una profesión que atrapa. El que empieza tiene que seguir porque la vorágine, el ritmo del trabajo hace que todo sea una continuidad, y de pronto han pasado los años.
—¿Hubo mucha competencia entre las agencias de publicidad en aquella época?
Mattar: Pero buena competencia.
—¿Recordamos a las agencia de entonces?
Mattar: Eran varias: "Eiffel Producciones” de Barros y Sevilla, ARTV que era la mía, “Flores Promoción", "Alba Publicidad" que era de don José L. Rocha.
—¿Qué programas se produjeron?
Iglesias: "Pin 8 Club", que lo hacía Carlitos Biral, "Sábados gigantes", que lo hacía yo, era un programa ómnibus, el primer programa de ese tipo en San Juan. Después el primer programa dedicado a la mujer "Para nosotras" que conducía Mimí Tuller, mendocina.
Carlos Biral: Esto que voy a decir no debe interpretarse mal. Pero no sé si sabes que trajeron famosos locutores mendocinos, conductores de programas importantes, pero no anduvieron, o sea que no lo hicimos tan mal.
Iglesias: La gente prefería a los animadores locales.
Mattar: Te cuento una anécdota. Nosotros estábamos filmando una fiesta aniversario en el Club Sirio Libanés. Había una sola camarita. Filmábamos mientras la gente cenaba, revelábamos en el camino y llevábamos el material al canal y se pasaba y la gente se veía, como si fuera una emisión simultánea. Recuerdo que estaba Luis Sandrini y asombrado preguntó "¿Y ustedes cuántas cámaras tienen?", y te imaginás PROARTEL tenía tres cámaras, y nosotros dábamos la impresión de tener cuatro.
—Carlos Blral, ¿qué edad tenías para entonces?
Biral: Veintiséis años.
—Olmedo decía “éramos tan pobres”, podríamos decir nosotros "¡éramos tan jóvenes!" ¿Cómo ves hacia atrás aquella época?
Biral: A mí la televisión me marcó mucho. No me refiero al aspecto económico. Quiero decir a la amistad a la relación con estos queridos amigos que están aquí, con otros que no están.
—Y con otros que quedaron en venir y no vinieron.
Biral: Como Gizzi, el "perro". ¿Sabés por qué le dicen así?
No.
Biral: Porque para un aviso de alimentos para animales llevó un perro que "regó" todo el set.
Mattar: No, no, ese apodo venía de antes, vamos que yo sé...]
—Se han recordado hechos importantes y pintorescos. ¿Por qué no recordamos algunas anécdotas graciosas?
Mattar: Si es graciosa, recuerdo que yo tenía un lector del noticiero que tuvo un ataque de hipo en cámara.
—Estamos hablando de nuestro querido Juan León Roldán Moreno.
Iglesias: Claro, estábamos leyendo juntos y yo me había retirado un momento cuando le ocurrió aquello.
Mattar: Hay que recordar que si las agencias de publicidad no hubieran existido, el canal no podría haber funcionado, ellas pusieron el cincuenta por ciento de aquel gran esfuerzo. Yo quisiera hoy —para un trabajo que me han encargado— tener una de aquellas agencias que con enorme responsabilidad te hacían lo que le pedías. Ahora no existen y es una lástima. Eran realmente creativas.
Iglesias: Recuerdo que en el programa que hacía con Mattar, un programa español, yo aparecía de smoking y corbata moñito. Bueno llega el momento de hacer un "flash" informativo, entonces me saco el smoking, me pongo un saco y leo el flash. Yo veía que Neman me hacía unas extrañas señas que no entendía: lo que ocurría es que no me había sacado la corbata moñito y claro, nunca se leía un informativo con esa facha. Fue de lo más gracioso. Y otra, que no me corresponde a mi, porque estaba Carlitos Biral haciendo un aviso en vivo, de una camisa "Lavilisto" y, en lugar de decir "es la camisa que se lava y no se plancha", se larga y dice "es la camisa que se plancha y no se lava".
Biral: Ahí tengo la foto de cuando estoy haciendo el aviso.
—Carlos Biral, un recuerdo de aquella época.
Biral: Tengo un hermoso recuerdo. Mi papá se sacó el premio mayor de la lotería y yo —que ya no estaba en la televisión— le hice el reportaje. Recuerdo que me llamaron para hacerle la entrevista. No tenía nada preparado y cuando nos enfoca la cámara se suscita el siguiente diálogo:
“—Señor, a mí me parece que a usted lo conozco.
—Y yo a usted también.—Me contestó
—Mire que casualidad, somos tocayos, pero no de nombre porque usted se llama Antonio, yo me llamo Carlos, pero somos tocayos de apellido, porque usted es Biral y yo también soy Biral.
—Usted se llama Carlos por su abuelo.—Me respondió.—Y se llama Biral porque es mi hijo.
—¡Ah! ¿Usted es mi papá?
—Efectivamente.
—¿Confiesa que soy su único hijo?
—Sí, mi único hijo.
—Entonces usted me va a dar lo que me toca (del premio de la lotería).
—Usted sabe que lo mío es suyo.”
—Y nos dimos un abrazo, medio llorando y todo, con ese nuevo millonarios que era mi padre.
—Hermosa anécdota.
Blanch: Quería recordar algo, respecto a lo que decía Mattar, si en este momento alguien tuviera que poner un canal, con lo que cuesta la antena, no lo pone. En aquel momento la mayor inversión fue, precisamente la torre.
—Creo que hemos hecho un racconto de la televisión. Ahora cada uno puede irse a ver su programa favorito o podemos irnos todos a tomar un café. El Nuevo Diario les agradece su presencia en el Quincho.
Todos: los agradecidos somos nosotros.